Reflexiones, Teoría y Cultura de Diseño

08 abril 2009

Complejidad como estructura formativa

(fragmento de un texto más largo llamado "Teoría para qué")



Hoy sabemos que todo está más conectado de lo que aparenta, y los diversos enfoques existentes sobre el ser humano, la sociedad, la materia y el espacio tienden a converger explicitando las dependencias y correlaciones implícitas entre (y con) los más diversos conocimientos, experiencias y fenómenos de los cuales tengamos registro.
La noción de red y los enfoques sistémicos, holísticos e integrados dan cuenta de esta asunción de la complejidad como factor decisivo en el entendimiento y la determinación de políticas y planes de acción en casi cualquier ámbito social.
Hay tantas variables en el proceso de detección de necesidades, y en la subsecuente creación de oportunidades a partir de dicha detección, que el diseño a emprender debe sortear eficazmente las demandas y las condicionantes impuestas por estos antecedentes, lo que siempre implica una necesidad sistemática de administrar la complejidad a fin de asegurar entre otras cosas la simplicidad de la solución final.
Lo que en diseño significa que no importa cuán complicado sea el problema, la solución debe ser simple: simple de implementar, entender, usar y replicar, ya que el diseño no sólo implica el proyecto mental imaginado (la concepción de un marco teórico y su consecuente planteamiento de hipótesis y verificación) y su tangibilización primaria como prototipo, sino además su implementación, productivización (cuando no estandarización), entrega (ya sea comercial o no) a un usuario real y su uso eficiente.
Este modo de entender al diseño como un proceso que concluye en artefactos, productos y también elementos de comunicación y como un proceso creativo que satisface demandas y necesidades, condiciona irremediablemente el ámbito teórico del diseño, sus énfasis, jerarquías y políticas.
Hasta hoy, esta es una premisa que ha permitido la existencia de ofertas académicas cuyo “sello” difiere en grados sensibles en relación a lo que se ha caracterizado como diseño (Diseño de Comunicación Visual, Gráfico, de Equipamiento, Industrial, Integral, de Servicios, Editorial, Multimedial, etc.).
Por lo tanto identificar las variables que determinan el estado presente de la actividad de los diseñadores influye no sólo su pensamiento y creencias sobre si mismos, sino que necesariamente determina los objetivos de cualquier proyecto educativo que intente formar profesionales que sean funcionales a dichos objetivos, de un modo que se puede pretender transversal a diversos enfoques económicos y políticos (que suelen estar intervenidos unos por otros). Pues las variables que se identifiquen, ya sean habilidades o conocimientos que se demuestren necesarios para la práctica profesional; competencias genéricas para enfrentar el mundo productivo o capacidades superiores que posibiliten la conducción asertiva de las “decisiones de vida” de los diseñadores, terminan produciendo temas de asignatura o programas de estudio, determinando (al menos en el papel) las áreas que se espera debiera dominar un profesional.