¿Cómo hacemos teoría para el desarrollo?
Una de las inquietudes que me han mantenido cavilando estos días tiene que ver con la resistencia poderosa, bien o mal argumentada, que provoca la sola mención de una teoría para el diseño.
Los que han leído a Bonsiepe o siguen las discusiones de ForoAlfa saben que este no es un tema fácil de zanjar, y como no es fácil de zanjar se siente muy pronto la tentación de volver a pensar exclusivamente en términos de hacer, de vender y de adquirir conocimientos técnicos que son de beneficio inmediato (sin lugar a dudas).
Sabemos que la teoría proviene de una noción muy antigua de contemplación, o de participación restringida como la que se asignaba a los embajadores en ciertas actividades griegas, el "theoros" era un visitante, no el dueño de casa.
Y sabemos que no hay nada más molesto que alguien intente explicar lo que uno hace, peor aun cuando ese alguien no es de la casa, o no lo legitimamos como alguien de la casa, quizás porque cuando entra no ha demostrado más que ser un protagonista bastante limitado en las tareas hogareñas: no explica como cobrar un diseño, ni como venderlo, no nos dice si es mejor un software u otro, no recomienda estilos ni se fija demasiado en las tendencias, a veces hasta refunfuña por cierta nostalgia por su tía abuela "las artes", sus primas "semiótica, estética y metodología", muchas veces no se entiende lo que dice y reclama por un lugar que supone merecido, el teórico de diseño quiere estar a la diestra y con suerte lo sientan con la servidumbre, en lo que respecta a la mesa de los diseñadores en ejercicio profesional.
Por otro lado, en el ámbito académico, digamos en la mesa de la cocina, goza de un prestigio un poco más positivo aunque tenga que compartir asiento con muchos comensales, todos muy seguros de su posición en la casa, todos muy concientes de que para poder decirse de la casa hay que hacer lo que la casa manda, o sea proyectar, ofertar, producir, gestionar y cobrar diseño.
Sin embargo, en esta historia de poderes domésticos, hay un día en que la casa queda chica porque hay demasiados habitantes, muchos de ellos obligados deben mudarse a las casas vecinas, donde la tía abuela, a casa de las primas o sencillamente abandonan y se pierden de escena, algunos descepcionados maldicen y menosprecian a quienes los criaron en casa, otros silenciosamente se esconden para siempre bajo la mesa de la cocina.
Ese día, un vecino muy próspero descubre que le gusta mucho el jardín de esta casa y empieza a contratar a algunos de los habitantes para que, cobro mediante, el resto del barrio cambie de cara. Los últimos en enterarse son los de la cocina, el teórico desconfía de todo esto y los otros de la casa lo tratan de amargado mientras cuentan los billetes que les ha dado el vecino próspero.
Aquí la historia se detiene porque la caricatura es suficiente como para darnos cuenta que hay que hacer crecer la casa, que es necesario plantearse escenarios futuros distintos para cada uno de los miembros de esta familia.
Una teoría prospectiva con miras al fortalecimiento del rol del diseño en la sociedad (tanto en la académico como en lo empresarial y político) necesita la invención de esas nuevas habitaciones, o de mapas para salir al barrio a conocer a los vecinos y saber que es lo que estos necesitan.
Es decir, teoría para el desarrollo del país y para el desarrollo de la profesión. Lo dicen por ahí, y se discute. Creo que debemos contar con herramientas apropiadas para hacer un diagnóstico de nuestra realidad, identificar y constatar donde estamos parados, de qué tamaño es nuestra casa por así decirlo, de tal forma que además de hacer lo que el mercado o los usuarios requieren, podamos pensar en productos y servicios nuevos, estructurando al mismo tiempo los procesos, las acciones, las decisiones que implica poner en marcha lo que no había sido hecho antes, en suma orientarnos a innovar.
Sea esto asesorando a las empresas en su diferenciación y su competitividad o creando los escenarios en que se darán la comunicación, el consumo y las experiencias físicas del futuro, debemos aclarar qué clase de insumos debemos adquirir y cómo hacerlo, en última instancia tener un dominio tal de la escena que incluso diseñemos el diseñar.
Y en esta tarea de "ampliación", cabe todo lo que somos y hemos sido, desde Henry Cole hasta Jonathan Ive. Desde la semiótica hasta la administración de empresas.
Los que han leído a Bonsiepe o siguen las discusiones de ForoAlfa saben que este no es un tema fácil de zanjar, y como no es fácil de zanjar se siente muy pronto la tentación de volver a pensar exclusivamente en términos de hacer, de vender y de adquirir conocimientos técnicos que son de beneficio inmediato (sin lugar a dudas).
Sabemos que la teoría proviene de una noción muy antigua de contemplación, o de participación restringida como la que se asignaba a los embajadores en ciertas actividades griegas, el "theoros" era un visitante, no el dueño de casa.
Y sabemos que no hay nada más molesto que alguien intente explicar lo que uno hace, peor aun cuando ese alguien no es de la casa, o no lo legitimamos como alguien de la casa, quizás porque cuando entra no ha demostrado más que ser un protagonista bastante limitado en las tareas hogareñas: no explica como cobrar un diseño, ni como venderlo, no nos dice si es mejor un software u otro, no recomienda estilos ni se fija demasiado en las tendencias, a veces hasta refunfuña por cierta nostalgia por su tía abuela "las artes", sus primas "semiótica, estética y metodología", muchas veces no se entiende lo que dice y reclama por un lugar que supone merecido, el teórico de diseño quiere estar a la diestra y con suerte lo sientan con la servidumbre, en lo que respecta a la mesa de los diseñadores en ejercicio profesional.
Por otro lado, en el ámbito académico, digamos en la mesa de la cocina, goza de un prestigio un poco más positivo aunque tenga que compartir asiento con muchos comensales, todos muy seguros de su posición en la casa, todos muy concientes de que para poder decirse de la casa hay que hacer lo que la casa manda, o sea proyectar, ofertar, producir, gestionar y cobrar diseño.
Sin embargo, en esta historia de poderes domésticos, hay un día en que la casa queda chica porque hay demasiados habitantes, muchos de ellos obligados deben mudarse a las casas vecinas, donde la tía abuela, a casa de las primas o sencillamente abandonan y se pierden de escena, algunos descepcionados maldicen y menosprecian a quienes los criaron en casa, otros silenciosamente se esconden para siempre bajo la mesa de la cocina.
Ese día, un vecino muy próspero descubre que le gusta mucho el jardín de esta casa y empieza a contratar a algunos de los habitantes para que, cobro mediante, el resto del barrio cambie de cara. Los últimos en enterarse son los de la cocina, el teórico desconfía de todo esto y los otros de la casa lo tratan de amargado mientras cuentan los billetes que les ha dado el vecino próspero.
Aquí la historia se detiene porque la caricatura es suficiente como para darnos cuenta que hay que hacer crecer la casa, que es necesario plantearse escenarios futuros distintos para cada uno de los miembros de esta familia.
Una teoría prospectiva con miras al fortalecimiento del rol del diseño en la sociedad (tanto en la académico como en lo empresarial y político) necesita la invención de esas nuevas habitaciones, o de mapas para salir al barrio a conocer a los vecinos y saber que es lo que estos necesitan.
Es decir, teoría para el desarrollo del país y para el desarrollo de la profesión. Lo dicen por ahí, y se discute. Creo que debemos contar con herramientas apropiadas para hacer un diagnóstico de nuestra realidad, identificar y constatar donde estamos parados, de qué tamaño es nuestra casa por así decirlo, de tal forma que además de hacer lo que el mercado o los usuarios requieren, podamos pensar en productos y servicios nuevos, estructurando al mismo tiempo los procesos, las acciones, las decisiones que implica poner en marcha lo que no había sido hecho antes, en suma orientarnos a innovar.
Sea esto asesorando a las empresas en su diferenciación y su competitividad o creando los escenarios en que se darán la comunicación, el consumo y las experiencias físicas del futuro, debemos aclarar qué clase de insumos debemos adquirir y cómo hacerlo, en última instancia tener un dominio tal de la escena que incluso diseñemos el diseñar.
Y en esta tarea de "ampliación", cabe todo lo que somos y hemos sido, desde Henry Cole hasta Jonathan Ive. Desde la semiótica hasta la administración de empresas.
4 Comments:
hola, gracias por linkearme...
con respecto al post... la teoria de diseño ya existe, y no hay mucho que hacer con lo básico del diseño, estoy muy de acuerdo que debemos analizar nuestro entorno y crear herramientas que nos sirvan de forma casi inmediata.
En la biblioteca de la u veo "libros de diseño" que no son más que colecciones de fotos de objetos sin explicaciones metodológicas ni asomos de su proceso creativo, solo una viñeta pequeña de que "este producto ganó el premio a la mejor..." Simplemente para nutrir la vista y la imaginación. Algo así como "The best of corporate identity", pero que realmente no explica el por qué de lo exitoso ni las cualidades de la imagen y su aplicación. (quizas por ahí deberiamos partir haciendo los análisis, en la calidad intelectual del material educativo). Supongo que ese es uno de los factores de por qué el diseño se aprecia como algo light. Es importante nutrir la vista, pero también la mente.
Como nota aparte, el diseño en Chile, a pesar de que lleva sus años de historia, está recien tomando un caracter más protagónico, y creo que es muy pronto para hablar de una identidad propia del diseño chileno, supongo que mientras fabriquemos nuestras herramientas, y desarrollemos diseño, la identidad aparecerá sola por función de la historia. (aunque probablemente somos nosotros nada mas y el resto ni le interesa el diseño y sus "problemas")
By Anónimo, at 3:40 a.m.
Creo que si no hay incomodidad no se puede llegar a un equilibrio. Es decir, el exceso de teoría y/o práctica hace que el diseñador quede ciego ante la realidad.
Por otro lado, si su tiempo se lo permite, Alvaro. Me gustaría conocer su opinión sobre lo siguiente:
¿Qué hacer cuando el cliente comienza a dudar? ¿Cúal es la salida cuando un familiar (DG) de su cliente propone algunos cambios para que (según él) la propuesta tenga más armonía y movimiento? ¿Le ha pasado que en la presentación del boceto definitivo, gracias a las recomendaciones de este personaje al cliente se le ocurre pedir opiniones y sugerencias a todo el que pase por la puerta de la oficina? Para abreviarles la historia, imagínense una reunión en donde se metieron, el familiar (DG) platicando sobre armonía y dinamismo, la secretaria, y unos 4 socios del cliente, insinuando: La tipografía no me gusta y no sé por qué. Yo le pondría anaranjadito porque le hace falta alegría y un “noseque” que no se que es, etcétera , etcétera.
Saludos desde Bogotá.
By Anónimo, at 8:33 a.m.
Hola Álvaro
He leído tu artículo más reciente en Foro Alfa. Y sería un placer dialogar contigo, pues no estoy de acuerdo en nada de lo que allí afirmas. Lo instrumental y operativo son enemigos de lo reflexivo, como el sentido común es enemigo del saber.
Carlos Carpintero
By Carlos Carpintero, at 2:46 a.m.
Así será me digo, pro mañana yo tambié habré muerto
By Alvaro, at 9:30 p.m.
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