Preguntas al Evaluar
Como ya hace tiempo que estoy en la docencia, quizás puedo hacer una especie de recuento de mis creencias iniciales, mis expectativas y el contraste con la realidad vivida. No es que haya sido mejor o peor, digamos que ha sido diverso y disperso, complejo como suele ser todo aprendizaje.
Creo que debo señalar que la trinchera docente naturalmente es heredera de malas prácticas y puede ser justamente acusada de defenderse de la realidad al acunarse en los centros de estudio. Por otro lado hay que decir que hay un conocimiento que sólo emerge en el hacer docente que ningún profesional de diseño puede poseer sin haber ejercido frente a un grupo de estudiantes. Es decir, se crea una trinchera que es compleja, que no tiene que ver con nuestra formación, nuestras creencias, nuestras teorías ni nuestras prácticas profesionales.
Creemos que debemos hacer que nuestros estudiantes tengan prácticas lo más cercanas al mercado y por otro lado que tengan una dosis mínima necesaria de experimentalidad, de osadía creativa, de rearticulación de códigos y lenguajes visuales (hablo desde el diseño gráfico) o bien que den soluciones funcionales a la medida de una cierta ecología humana.
Por algún motivo plantearse estos objetivos ha quedado grabado a fuego en nuestro inconsciente, por algún motivo llevarlo a efecto es más difícil que plantearlo en el papel, o la pantalla.
Por ejemplo me pregunto de qué forma se educa la construcción de conceptos, la construcción de identidad al mismo tiempo que se realizan sistemas comunicacionales coherentes y congruentes con dichos conceptos. ¿Es necesario primero probar, desarrollar y descartar enormes cantidades de alternativas?, ¿cuanto tiempo demora este aprendizaje?, ¿qué instrumentos lo miden?, ¿unicamente el juicio fundado o no de un profesor o un grupo de profesores?, ¿un cliente real?.
También me pregunto si acaso los aspectos estéticos, lo formal, ¿se agota solamente en lo funcional, o deben potenciar lo experimental, la exploración de lo nuevo a toda costa?.
Sobre lo mismo ¿los estándares del mercado son suficientes?, ¿es el mercado la piedra de toque de la idoneidad de un diseño?, ¿puedo "convidar" categorías de análisis, categorías evaluativas del arte, o de cualquier otra disciplina como soporte de mis vacíos disciplinarios?.
Es una plática que no ha llegado a ningún resultado coherente, nuestra formación ha pretendido sumar, pero por algún motivo la integración de esa suma "se produce" y "no se induce".
Puras quejas.
La suma de antecedentes que producen las condiciones necesarias para el aprendizaje probablemente nunca lleguen a producirse, hay en mi opinión un cambio actitudinal en los estudiantes que convertidos en clientes piden productos de consumo, sin darse cuenta de que la educación profesional cada vez más se parece a un gimnasio, al entrenamiento físico, que requiere una disciplina y constancia que las disciplinas "intelectuales" no han sabido transmitir, al menos no en el diseño.
¿Puedo evaluar sin considerar este antecedente?
¿Debo llegar a la conclusión de que los docentes estamos desfasados de la realidad y por lo mismo incapacitados de evaluar con verdadero sentido las acciones de los estudiantes?
Como todo en la vida, no creo que hayan respuestas tajantes para esta pregunta. Por cierto un arquitecto, un artista, un publicista ven desde su formación y deben esforzarse por trasladarse al territorio de nuestra competencia, lo pueden hacer ¿pero qué o quienes ponen las condiciones para emitir juicios fundados acerca de lo que hace un aprendiz de diseñador?
El tema es complejo e invito a quienes les interese este tema que construyamos estándares de evaluación, de juicio que sean funcionales y justos a la medida de la realidad cambiada y dinámica del diseño.
Creo que debo señalar que la trinchera docente naturalmente es heredera de malas prácticas y puede ser justamente acusada de defenderse de la realidad al acunarse en los centros de estudio. Por otro lado hay que decir que hay un conocimiento que sólo emerge en el hacer docente que ningún profesional de diseño puede poseer sin haber ejercido frente a un grupo de estudiantes. Es decir, se crea una trinchera que es compleja, que no tiene que ver con nuestra formación, nuestras creencias, nuestras teorías ni nuestras prácticas profesionales.
Creemos que debemos hacer que nuestros estudiantes tengan prácticas lo más cercanas al mercado y por otro lado que tengan una dosis mínima necesaria de experimentalidad, de osadía creativa, de rearticulación de códigos y lenguajes visuales (hablo desde el diseño gráfico) o bien que den soluciones funcionales a la medida de una cierta ecología humana.
Por algún motivo plantearse estos objetivos ha quedado grabado a fuego en nuestro inconsciente, por algún motivo llevarlo a efecto es más difícil que plantearlo en el papel, o la pantalla.
Por ejemplo me pregunto de qué forma se educa la construcción de conceptos, la construcción de identidad al mismo tiempo que se realizan sistemas comunicacionales coherentes y congruentes con dichos conceptos. ¿Es necesario primero probar, desarrollar y descartar enormes cantidades de alternativas?, ¿cuanto tiempo demora este aprendizaje?, ¿qué instrumentos lo miden?, ¿unicamente el juicio fundado o no de un profesor o un grupo de profesores?, ¿un cliente real?.
También me pregunto si acaso los aspectos estéticos, lo formal, ¿se agota solamente en lo funcional, o deben potenciar lo experimental, la exploración de lo nuevo a toda costa?.
Sobre lo mismo ¿los estándares del mercado son suficientes?, ¿es el mercado la piedra de toque de la idoneidad de un diseño?, ¿puedo "convidar" categorías de análisis, categorías evaluativas del arte, o de cualquier otra disciplina como soporte de mis vacíos disciplinarios?.
Es una plática que no ha llegado a ningún resultado coherente, nuestra formación ha pretendido sumar, pero por algún motivo la integración de esa suma "se produce" y "no se induce".
Puras quejas.
La suma de antecedentes que producen las condiciones necesarias para el aprendizaje probablemente nunca lleguen a producirse, hay en mi opinión un cambio actitudinal en los estudiantes que convertidos en clientes piden productos de consumo, sin darse cuenta de que la educación profesional cada vez más se parece a un gimnasio, al entrenamiento físico, que requiere una disciplina y constancia que las disciplinas "intelectuales" no han sabido transmitir, al menos no en el diseño.
¿Puedo evaluar sin considerar este antecedente?
¿Debo llegar a la conclusión de que los docentes estamos desfasados de la realidad y por lo mismo incapacitados de evaluar con verdadero sentido las acciones de los estudiantes?
Como todo en la vida, no creo que hayan respuestas tajantes para esta pregunta. Por cierto un arquitecto, un artista, un publicista ven desde su formación y deben esforzarse por trasladarse al territorio de nuestra competencia, lo pueden hacer ¿pero qué o quienes ponen las condiciones para emitir juicios fundados acerca de lo que hace un aprendiz de diseñador?
El tema es complejo e invito a quienes les interese este tema que construyamos estándares de evaluación, de juicio que sean funcionales y justos a la medida de la realidad cambiada y dinámica del diseño.
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