Reflexiones, Teoría y Cultura de Diseño

26 diciembre 2006

El peregrino del diseño

Me encuentro con unas líneas que debo haber escrito hace un año y medio más o menos. Cuando ejercía como profesor de taller en una universidad privada. Lo recuerdo hoy pues me parece curioso el revuelo doméstico que causaron, particularmente sabiendo que pocos la deben haber leído y sabiendo las consecuencias que trajo a mi vida profesional. Mi ingenuidad siempre me dijo: "un blog es para opinar libremente de aquello que creemos y sentimos", la dejo como documento testimonial de una época modestamente curiosa:

Las libertades del Diseño que no es libre

Juicios al aire sobre el proceso y las finalidades

Pienso que debiéramos considerar el ejercicio de hacer este ejercicio (exponer un proceso y sus resultados) como una experiencia que permite dos vertientes posibles: la administrativa y la académica. Y quizás debamos agregar la más importante de todas, la económica, pero no es materia de análisis aun, aunque...

Conmueve la variedad de respuestas, el tiempo invertido en hacer aparecer imágenes donde antes no había nada. Cosa que me plantea esa duda "ecológica" (en su doble sentido: de recurso escaso y de elemento en interdependencia de otros) ¿vale la pena el desgaste?.

Depende, naturalmente de los intereses en juego. Por ejemplo, desde la perspectiva administrativa cabe hacer notar la posibilidad del anonimato, la ventana abierta a la pedrada sin cara cuyo interés es vaciar ante lo que el resto hace (de buena o mala gana, no importa), una emocionalidad sin procesar, sin preguntas, sin propuestas, sin nada de nada.

Ignorémosla, el formato es así, la práctica profesional es así.

Los diseñadores estamos expuestos, sin mediación, a los juicios más increíbles acerca de nuestro desempeño, desde los simples "es muy volado", hasta los "no le ha ganado a nadie". Sin cuero duro no se sobrevive al Diseño.

Administrativamente lo debemos asumir o (mejor aun) lo debemos corregir.

Desde el punto de vista académico el experimento es incitante, descontrolado, invita a meter mano, a dejar algo más que juicios correctos o sensaciones epidérmicas. Pero implica tiempo y eso nos involucra en la dimensión económica.

Dada la única realidad posible de nuestra profesión -y de casi todas honestamente-, que es la del mercado, la de la empresa y la de la industria, hay que desarrollar un tercer ojo lúcido para colocar la poesía, la poiesis, en una perspectiva funcional a un objetivo.

Ese es mi visión acerca del fundamento y de sus argumentaciones.

Diseño, forma, función, objetivo, argumentos y conceptualizaciones tienen que obedecer a la realidad puesta en el marco de una profesión que hace cosas, que las hace para su sociedad, para crear cosas concretas para fines concretos.

Invito a que busquemos modos conscientes de aplicar nuevos usos a esta metodología. La identidad de nuestro país, de nuestros lugares, de las empresas y los productos chilenos la exige. Por eso, no nos saquemos los ojos. Colaboremos.

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