Reflexiones, Teoría y Cultura de Diseño

30 julio 2013

Artefactos, comunidades y diseño: entre la imagen y la identidad

Con mucho orgullo dejo el artículo que ha sido publicado por la hermosa revista Diseña de la Universidad Católica de Chile, bajo la dirección de Ximena Ulibarri.
El tema del artículo (extenso y algo complejo) es la permanente retroalimentación del diseño, los diseñadores, sus diseños y la comunidad a la cual pertenecen y como esto se ha vuelto cada vez más complejo en estos "tiempos líquidos".

15 julio 2013

El espectro invisible (color, diseño y branding)

Dice la Real Academia: COLOR (Del lat. color, -ōris). 1. m. Sensación producida por los rayos luminosos que impresionan los órganos visuales y que depende de la longitud de onda.
El color es un fenómeno visual que ocurre en nuestro sistema nervioso y como tal, es subjetivo y más o menos intransferible en tanto experiencia íntima. Está conectado con nuestras emociones, estados de ánimo y experiencias: de hecho, como estímulo puede recordarnos personas, alertarnos de un peligro, ayudarnos a asociar situaciones e identificar objetos, entre muchas otras reacciones.

08 julio 2013

Diseñar para las personas dando realidad a las marcas



El diseño crea valor de marca a organizaciones, productos y servicios; suma investigación, gestión, talento creativo, compromiso y acción a sus interacciones con las personas.


El diseño es esencial para construir interacciones con sentido entre las organizaciones y las personas, las que poseen diferentes tipos de expectativas tanto explícitas como implícitas (mayormente no verbalizables), sobre lo que esperan unas de otras. Naturalmente la mirada reduccionista sugiere que la relación entre personas y empresas se agota en aspectos transaccionales (intercambio racional de bienes, información y servicios al mejor valor), sin embargo cada día tenemos más claridad sobre la complejidad que esto encubre y lo insuficiente que es fundar dicha relación solo en intercambios y funcionalidades.

Mente, cuerpo y corazón

La emocionalidad y la sensorialidad no pueden excluirse en ningún tipo de relación, la calidad de estas variables influye profundamente en el éxito de una oferta y dada su influencia, ha comenzado a ser investigado y medido con resultados interesantes (ver Emotional Branding Pays Off, de John Rossiter y Steve Bellman).
Esta circunstancia obliga a diseñar interacciones que produzcan sensaciones, emociones y certezas. A todos nosotros nos «ocurren cosas» en nuestros lugares de trabajo, en los espacios de esparcimiento, al tomar contacto con empresas de servicio y tener que permanecer en sus áreas de espera, etcétera. El solo hecho de vivenciar una relación con el entorno artificial despierta en nuestro cuerpo y mente una reacción de agrado, alerta, desconfianza o seguridad; lo que ha empujado a las empresas más conectadas con sus clientes a destinar recursos específicos para la entrega de vivencias alineadas con sus objetivos comerciales y de posicionamiento (basta pensar en el Red Bull Stratos o toda la campaña de marcas en torno aSkyfall con Sony, Coca-Cola Zero y Heineken entre otras), en la forma de personas, sistemas de información, espacios y comunicaciones. Este brutal incremento en las calidad de las interacciones de las marcas y las personas, ha traído como consecuencia que las personas esperen cada vez más de las marcas, pues el umbral de su satisfacción ha crecido en directa relación con los esfuerzos de las marcas. Las personas comparan hoy la atención de un banco con los servicios médicos, el arribo a un aeropuerto con los servicios de un centro comercial, el transporte público de un país con el de otro, entre otros.
Por ejemplo, la creación de entornos con significado se ha vuelto un imperativo muy visible en el mundo del retail. La necesidad de las empresas por atraer clientes y satisfacer sus expectativas, ha permitido el desarrollo de puntos de contacto cada vez más ricos en términos de información aplicada sobre hábitos y conductas de las personas, lo que ha significado mayor complejidad y diferenciación en tanto percepción de sus estándares de producto, servicio o de oportunidad (por ejemplo, las empresas buscan crear interacciones y espacios que comuniquen ahorro, relajo, lujo, entretención, vanguardia tecnológica, etcétera).
Pero como ya hemos dicho, esto no acaba en el mundo de los centros comerciales, tiendas y supermercados, pues se extiende a los espacios de trabajo, los servicios públicos, el transporte… «al infinito y más allá». Ya que toda institución interactúa con clientes, proveedores, usuarios, colaboradores y consumidores, y está siendo escrutada permanentemente por ellas a través del modo en que se relacionan y hacen entrega de su oferta, por tanto, es fundamental tener la capacidad de construir percepciones, modificarlas positivamente y finalmente sostenerlas en el tiempo.

Muchas experiencia un mismo enfoque flexible

Hay eventos experienciales que duran lo que permite la vivencia ofrecida, como pueden ser un viaje en avión, los servicios de salud, un mirador turístico en altura, la espera en un banco o los medios de transporte terrestre urbano (microbuses, metro o taxi). La necesidad o el deseo de repetir esa clase de experiencias se relaciona con la dependencia específica a un servicio (sin auto debo viajar en taxi, pero sin dinero preferiré el metro, pero si este no llega a mi barrio tendré que tomar un microbús), su novedad y luego con la calidad de todos los servicios asociados que la complementan.
Toda vivencia se gasta en sí misma (tiene un antes, durante y después) y se asocia a estados íntimos e intransferibles de cada persona, por lo que ofrecer experiencias inmersivas convincentes y relevantes contribuye a modificar la narrativa personal de un individuo respecto a una marca, tarea que toda organización debe plantearse si desea alcanzar un sentido específico en la vida de la gente. Diseñar experiencias inmersivas requiere articular interacciones que impacten distintos niveles de involucramiento entre marcas y personas, niveles que se establecen de acuerdo con las necesidades y expectativas de los clientes, usuarios y consumidores respecto a una marca u organización. Por ejemplo: entre lo que es esperable de un banco (rapidez, comodidad, seguridad), un hospital (higiene, orden, eficiencia), un aeropuerto (orientación, flujo) o un supermercado (novedad, oportunidades, navegación expedita) hay demandas transversales y otras que difieren esencialmente. Por lo tanto los recursos necesarios para responder adecuadamente a dichas aspiraciones deben ser orquestados en torno a un propósito único e inspirador, recursos organizacionales adecuados, comunicaciones externas e internas coherentes y una gestión que sea capaz de evaluar, aprender y socializar tanto logros y quiebres como la necesidad permanente de diseñar y rediseñar las interacciones.
Cada organización vive una realidad diferente, por lo tanto es necesario abordar las experiencias de marca de manera metódica:
  • Entendiendo a clientes, usuarios y consumidores (CUC) y empatizando con ellos. Qué clase de relación establecen con la oferta disponible, el viaje o recorrido real y el viaje soñado de diferentes perfiles de CUC en torno a la oferta disponible, así como su disposición al cambio (plasmado en un «Customer Journey Map»).
  • Entendiendo a la organización, sus recursos y el «ecosistema» de iniciativas existentes en su interior y sentando acuerdos respecto a los estándares que la organización desea alcanzar con las intervenciones de diseño en cada punto de contacto.
  • Entendiendo la categoría en que compite o actúa el producto o servicio que ofrecerá la marca.
  • Definiendo colaborativamente los estándares que se desea alcanzar y las métricas que permitirán identificar el éxito o no de cada iniciativa.
  • Diseñando, prototipando y testeando las soluciones e intervenciones ideadas.
Estos ingredientes configuran un proceso de creación que sólo puede ser abordado colaborativamente, de hecho cualquier intervención sobre la experiencia de marca involucra a varios niveles de la organización, por tanto hay que prepararla para alinear las diferentes personas, áreas y departamentos que toman decisiones sobre los recursos con que se hace entrega de la experiencia (lo que Berndt Schmidt llama Expros o proveedores de experiencia).

Orquestar personas, orquestar recursos

Es un gran desafío avanzar con una organización y sus responsables hacia una mirada centrada en las personas (CUC), pues las tareas expuestas no avanzan por sí mismas sino mediante una orquestación intencionada, liderazgo, objetivos claros, acciones precisas y resultados medibles.
El enfoque expuesto busca poner en relieve que el rol del diseño, como concepto y como práctica, se complejiza y demanda conocimientos complementarios que enriquecen la mirada creativa e innovadora. El diseño de experiencias de marca es un territorio fértil que se alimenta de la vivencia de las personas. No se trata de una parcela de diseñadores, de ingenieros o businessmen, sino de una actividad que contempla aspectos tangibles e intangibles interconectados, que permite proponer, desde una mirada etnográfica, creativa y sistémica, un relato de marca que se hace tangible como interacciones humanas, arquitectura, espacios físicos y digitales, mobiliario, diseño gráfico, publicidad y servicios; es decir, relatos que modelan la vivencia de las personas con las organizaciones.
Es el camino lógico, sensible —y no sólo transaccional— de construir relaciones significativas entre esos constructos intangibles llamados marcas y estas entidades complejas y emocionales llamadas personas.

10 junio 2013

La Práctica Comercial del Diseño


"Me gustaría que la práctica comercial del diseño se lograra entender como la intervención más o menos intensiva de una o más personas en un proceso de resolución de problemas cuyo eje esencial es la creación de nuevas interacciones (perceptuales y funcionales) entre personas que tienen una oferta (organizaciones) y personas que tienen demandas (consumidores). Proceso inspirado por necesidades latentes o explícitas del mercado, o de la industria; y que puede abarcar toda clase de actividades: desde conceptualizaciones estratégicas, creativas, tácticas, operacionales y metodológicas, hasta la resolución de problemas técnicos y estéticos, pasando por toda clase de interlocuciones con clientes, proveedores, compañeros de oficio y otros especialistas, antes, durante y después que el nuevo diseño tome contacto con las personas a las que está destinado (clientes, usuarios, consumidores, electores, etc.), sea éste un objeto, soporte o interacción." Álvaro Magaña 2013

14 noviembre 2012

Profesionales creativos, competentes, alegres, proactivos, innovadores y optimistas

El sueño del pibe, la pesadilla del mundo laboral

(Artículo publicado en la Revista Chile de Diseño de la Universidad de Chile)

“Hace poco tiempo, un cliente relataba que la educación tradicional de la ingeniería chilena en su origen se había establecido en torno a la idea de formar personas capaces de funcionar muy bien como empleados de las grandes empresas estatales como Codelco, Endesa, Enap, etc., por lo tanto el perfil de un importante número de los ingenieros que hoy ejercen como profesionales y como docentes en dicha disciplina, podía ser caracterizado de muchas formas, pero nunca como emprendedor. Que dicha particularidad formativa a la larga había instalado la imagen de un tipo de profesional muy serio, competente, estructurado pero completamente reactivo frente a las necesidades y urgencias del mercado, o sea ingenieros aplicados pero no ingeniosos”

Bajar PDF

02 enero 2012

Mipymes: diseño, competitividad y valor



Por Gonzalo Castillo (en colaboración con Alvaro Magaña), publicado en Factor Diseño el 02/01/2012


“¿Pueden las mipymes costear un diseño de calidad para sus productos y servicios? Más que un problema de costo, estamos ante un problema de acceso.”

El diseño es relevante para las mipymes en distinto grado, según su modelo de negocio y, desde luego, según las expectativas de cada empresario.
Aquellos más ambiciosos, con expectativas de ser protagonistas y vocación para abrirse paso con productos y servicios diferenciados y de mayor valor agregado, encontrarán en el diseño una herramienta que los ayudará a competir significativamente mejor.
Y se compite mejor cuando la propuesta de valor de una organización es clara (comunicaciones), relevante (valor percibido por el consumidor) e innovadora (única). En estas tres variables, el diseño y la gestión estratégica de marca (o branding) contribuyen mancomunadamente a la comunicación, identidad y diferenciación de una empresa.
¿Cómo? Creando productos, transformando servicios, actualizando la propuesta de valor de la empresa y de cada uno de sus productos y servicios, innovando con foco en la experiencia de uso, de visita, de consumo, y un largo etcétera que solo es posible definir colaborativamente con cada empresa.
Por otro lado, debemos aceptar que aquellas micro, pequeñas y medianas empresas que solo buscan sobrevivir, entregando servicios o productos comoditizados, no encontrarán en el diseño un aporte estratégico relevante.
La pregunta que surge es: ¿pueden las mipymes costear un diseño de calidad para sus productos y servicios? Más que un problema de costo, estamos ante un problema de acceso. El diseño no es caro o barato en sí mismo, pues como ya hemos dicho depende del modelo de negocios de la empresa en la cual se inserta.
Un diseño de calidad debe facilitar que el producto adecuado llegue al segmento de mercado y al perfil de usuario correctos, ayudar a disminuir costos y tiempos de producción, ser un apoyo fundamental para la visualización de estrategias y hacer tangible la promesa del producto o servicio, orquestando la experiencia de marca en todos sus niveles.
Pero la calidad siempre tiene un costo. Como sabemos, la inversión en calidad, en cualquier ámbito de negocios, debe estar asociada al retorno de esa inversión (ROI). La calidad y su ROI dependerán de los objetivos cuantitativos y cualitativos que se fije la empresa.
Existe una ignorancia básica respecto al diseño y la innovación. Creer que la innovación solo se refiere a las tecnologías, procesos y sistemas, y no a productos y servicios con foco en las personas, es limitar su radio de acción y significa dejar fuera la mayor cantidad de iniciativas que una mipyme puede abordar, haciendo uso de sus capacidades y recursos en tiempo presente.
La competitividad y la evolución de los mercados han obligado a asumir que la innovación es algo que ha penetrado y modificado la cultura, las demandas y el modo de pensar en todo ámbito.
Diseñar e innovar son conceptos que deben retroalimentarse, porque su capacidad de crear valor para una empresa solo se hace explícita cuando los consumidores, usuarios y clientes encuentran un producto o servicio que les ofrece una experiencia adecuada a sus preferencias y sabe mantener vigente dicho relacionamiento con el paso del tiempo y con los cambios de gustos y modas.
Hacerse cargo de ese minuto de la verdad es válido e imperioso para cualquier empresa, sea del tamaño que sea.

Saludo a todos los diseñadores



Quizás se acabe el mundo, quizás no, quizás se alineen los astros o tal vez no. Dado que tantas cosas no sabemos sobre el futuro, no queda más que ponernos a inventar historias sobre el mejor de los mundos imposibles, ojalá con mucho mono, mucho color y harto cuento. Que ¡harta falta le hace a nuestra patria, hija y madre de abogados e ingenieros! Y que parece haber olvidado la alegría de inventar, experimentar y procrastinar creativamente (y sin fines de lucro).
Viva el pueblo
Vivan los diseñadores
Vivan todos los que se entregan con pasión al lenguaje de la forma, la belleza y el color (con titulo y sin titulo)

Por último, quizás el problema con el calendario maya es un problema de tipografía y el mundo ya se acabó y no nos hemos dado cuenta…

17 diciembre 2011

Presentación en Expo Asia Pacífico

22 noviembre 2011

Steve Jobs, Mesías

Cada época elige a sus héroes. Y es sin duda el espíritu de este tiempo, dominado por las ideas en torno al mercado, el consumo y la innovación, lo que ha dado pie para que la mirada de Steve Jobs ilumine una de las tantas zonas opacas de la cultura humana.

Genio de los negocios, obseso por la estética, la usabilidad y el manejo intuitivo de los dispositivos tecnológicos, creador de numerosos fracasos y éxitos, un tipo capaz de provocar alzas y caídas en las bolsas mundiales… Muerto, Steve Jobs rápidamente se ha erigido en singular mesías del sueño americano.

Su ya célebre discurso de 2005 en la Universidad de Stanford ha sido ensalzado cual Sermón del Monte contemporáneo, con su sugestivo panegírico a la intuición y a la prospección emocional del sentido verdadero de las cosas. En él, Jobs parece querer decirnos que la razón lógica ya no es suficiente y que el esfuerzo y la pasión son el único motor del genio, haciendo explícitos y visibles su mística, carisma y seducción, pero manteniendo en la nebulosa el flanco operativo, táctico y relacional de su particular estilo de management.

A la luz de la profusa cantidad de información difundida por los medios y los llamados “líderes de opinión”, más allá del luto que aún embarga a la comunidad global de fanáticos de Apple, la figura de Jobs parece estar instituyéndose como la de un moderno iluminado, cuyas frases y éxitos son leídos como absolutos a descifrar.
Ya mientras vivía, los iPod, iPhone, iPad y Mac fueron objeto de estudio y ejemplos insoslayables de innovación con valor agregado y orientación a las personas. Y de seguro continuarán siéndolo por mucho tiempo más entre los expertos en innovación, diseño y branding, que además incluyen dentro de esa aura mágica a compañeros de ruta de Jobs como Wozniak o Jonathan Ive y, en menor medida, a su sucesor al frente de Apple, Tim Cook.

Esta mitificación de Jobs como emprendedor paradigmático de los siglos XX y XXI obliga a interrogarnos acerca del tipo de sociedad, la clase de valores y el concepto de heroísmo al cual asociamos al fundador de Apple y, de paso, a preguntarnos cómo pensamos la cultura y el éxito.

Porque no estamos aquí frente a un emprendedor social, ni a una figura que se haya destacado por su orientación a las personas en un sentido humano y relacional. En tal sentido, abundan las anécdotas que retratan al genio déspota -ilustrado y sin duda creativo- con su equipo de trabajo: como cuando lanzó un prototipo de iPod dentro de un acuario para demostrar que “si salen burbujas, es porque aún queda espacio para hacer más pequeño el diseño”. Con la competencia no era muy diferente: basta recordar su promesa de gastar hasta su “último aliento” para “destruir a Android”, el sistema operativo abierto de Google que él consideraba fruto de “un robo”.
Tampoco podemos decir que Apple ha sido hasta aquí una empresa destacada por su filantropía ni por el desarrollo de soluciones tecnológicas masivas, orientadas a la gente menos desfavorecida. No fue ése su enfoque, ni parece importar demasiado.
A lo sumo podemos decir que el “Think Different” de Apple ha sido, para un número importante de gente que incluye esnobs (como dice el comediante estadounidense Jerry Seinfeld: “todos mis amigos artistas que usan iPhone…”), diseñadores, emprendedores y empresarios signados con la chapa de la “innovación” (como Fernando Flores), el santo grial de la consistencia entre un ideal de producto, empresa, valor agregado y afición al consumo.

Con todo, en esta era de “orientación al cliente”(o “consumer centered”) no deja de ser un oxímoron la contradicción entre la percepción del mercado (productos amigables) y lo que en realidad ha ocurrido con Apple (sistemas cerrados, secretismo, CEO despótico y genial). Es significativo el contrapunto impuesto por Jobs respecto a “no escuchar a sus consumidores (de lo contrario no habría creado el iPod)” y guiarse por su certero sentido de la exclusividad y diseño, junto con una percepción arriesgada y acertada del rol de su marca y sus productos en la historia del occidente capitalista.
Sorprende entonces la virtual “beatificación” de Steve Jobs como un personaje que, más allá de sus logros empresariales, es capaz de encarnar el éxito “con onda”. Un nuevo santo en el panteón empresarial y tecnológico, cuyos feligreses posan ante los Apple Store con imágenes del difunto CEO a la espera del nuevo dispositivo recién lanzado. El mesías empresarial poseedor de un arrastre, estilo y carisma únicos, así como de una capacidad de imaginar productos ad hoc de performance destacada, o al menos vanguardista, en cada ámbito en el cual éstos se han instalado, ya sea la computación personal, telefonía móvil, el mundo de los tablets o de la música digital.

¿Podríamos decir que el fenómeno de Jobs es la encarnación de sueños y aspiraciones propios de una sociedad de consumo?


  • Self made man con una historia no exenta de polémica y dificultades que se transmutan en ejemplos de resiliencia del sujeto Jobs ante toda clase de desafíos personales y empresariales.
  • Liderazgo en ámbitos como la tecnología y el entretenimiento, sin perder su sello personal.
  • Carisma y profundidad de su discurso corporativo imposible de comparar con el de ningún otro CEO de igual o mayor renombre.


Uno podría extrapolar las evidentes virtudes de Steve Jobs y preguntarse bajo qué clase de arquetipo o “paradigma” se ubica este sujeto humano, cuya genialidad abrió un exitoso estilo de relacionarse con los consumidores al punto de transformarlos en seguidores fanáticos y aguerridos, pero que por otro lado no realiza ningún aporte concreto, perceptible y valioso al desarrollo social, político o educativo, salvo el que hacen sus exégetas al proyectar los resultados de sus productos a procesos de innovación.

Evidentemente, los productos desarrollados por su empresa cambiaron el modo en que muchas personas se relacionan hoy con la tecnología (como es el caso de este columnista) y, como se ha dicho miles de veces en estos días, la vara dejada por Jobs en Apple es muy alta, no solo para la industria de la tecnología y la entretención, sino que además para la propia compañía que gobernó por todos estos años.

Queda por ver, en un sentido profundo, la trascendencia de los aportes de Steve Jobs a lo que podríamos denominar “la cultura humana”. Saber si su aura se proyecta más allá de nuestro recientemente asumido rol de consumidores y usuarios de tecnologías intuitivas, o si tan solo quedará anclada a un efectivo y seductor estilo de ejercer un liderazgo como estrategia de marketing.

Queda por ver, además, si Apple tiene la capacidad de replicar, respetar o superar la efervescencia creativa de su líder y oráculo, si la mentada vara de hierro del “genio visionario y creativo” es algo que la Apple University consiga perpetuar en la cultura de la compañía.

Y lo más importante, resta averiguar si una empresa con un legítimo interés en conseguir su tajada del share of walletde los consumidores podrá ahora seguir apostando a un “think different” basado en conexiones emotivas y simbólicas, ya en ausencia de su mesías tecno-innovador, sumo sacerdote de cuello tortuga, jeans y zapatillas blancas, postulante a Da Vinci, Ford o Edison del siglo XXI.

Factor Diseño

Etiquetas: , , , , , ,

04 octubre 2011

El packaging en la hora de la verdad


Knowledge
Cuando los productos aspiran a algo más que simplemente ser marcas y mostrar su identidad ante las personas, el único camino pasa por convertirse en experiencias significativas para ellas. Segunda parte y final de Envases y embalajes: piel y voz de una marca.
Por Álvaro Magaña T.
En su clásico libro de 1999, Experiential marketing, Bernd H. Schmitt declara que los proveedores de experiencias o “ExPros” son siete: primero las personas (o como él las denomina, “el elenco”); segundo los espacios digitales y redes sociales (todo lo que ocurre entre una interfaz digital y una persona); tercero las comunicaciones (tanto publicitaria como de relaciones corporativas); cuarto el co-branding (o las relaciones entre una marca y las marcas de sus aliados); quinto, la arquitectura e interiorismo de los espacios físicos en los que la marca recibe, acoge y transa con sus clientes; en sexto lugar, la identidad visual, el visual merchandising y la señalización, y por último, la presentación de productos y servicios (entre ellos el packaging).
Aceptando que toda tipología es arbitraria y, por lo mismo, discutible, no podemos negar que el lugar que hoy ocupan las marcas en nuestra vida no se ha producido tan solo por la sucesión de imágenes inconexas emitidas por los medios de comunicación. Está comprobado que son muchos y diversos los factores incidentales en esta conexión, que sólo se logra gracias a la orquestación adecuada de todos los recursos mencionados por Schmitt.




Las marcas, con sus productos y servicios, políticas de precios, estrategias de venta y comunicaciones y todos sus activos intangibles, durante la mayor parte de su existencia sólo se vuelven reales al impactar nuestros sentidos y comprometernos afectivamente, ya sea mediante la confianza, la identificación o las sensaciones que nos hacen vivir.
No es excesivo afirmar entonces que toda la razón de ser de una organización se juega en ese instante de contacto con las personas, un “momento de la verdad” en que se hace concreto cualquier estímulo sensorial que diga representar a la marca. En este nivel, cuando lo tangible se convierte en la única realidad del producto, el packaging se vuelve automáticamente el recurso que “hace las veces” del producto durante la mayor parte de su ciclo de vida antes, durante y después de su consumo directo.
Tan estratégica es esta dimensión experiencial y temporal del packaging, que a nivel internacional los envases, etiquetados y embalajes de los productos han empezado a ser concebidos en función de su efecto a largo plazo en el ecosistema planetario. Hoy no basta con mejorar únicamente el desempeño comercial de un packaging, su impacto en el punto de venta y su diferenciación, sino que cada vez cobra más fuerza la idea de que las marcas siguen habitando el diseño de los envases de sus productos mucho más allá del momento de consumo, y que las organizaciones deben hacerse responsables y contribuir a la sustentabilidad del ecosistema humano.
De hecho, hoy se espera que las grandes marcas que consumimos a diario sean también “buenas marcas”, de allí que el packaging sea un vehículo de comunicación del compromiso de las organizaciones con la comunidad. Un compromiso que, como hemos señalado, no solo se expresa en la efectividad de la comunicación implícita en su diseño, sino que ahora también en la responsabilidad asumida frente al ciclo de vida completo de sus productos: ya sea adquiriendo certificaciones, mejorando materialidades o adhiriendo a iniciativas que instalen conciencia sobre, por ejemplo, la vida útil de los envases después de consumido el producto que contenían.




El packaging y el producto

Probablemente, los bienes perecederos (no confundir con “perecibles”) sean los que con mayor claridad nos permiten apreciar cómo el packaging traduce la propuesta de valor en identidad, pues el envase y su apariencia, su forma y funcionalidades, se manifiestan de forma tangible para el consumidor. En dichos casos, el packaging es sin duda el único modo posible en que podemos concebir al producto en el mercado. En otras palabras, el packaging ES el producto.
El perfume femenino Very Irresistible, de Givenchy, es así mucho más que una fragancia y una estética: es una promesa de funcionalidad y de garantía que asume una forma y una materialidad que acompaña a su comprador en su uso, ya sea como objeto de regalo o como artículo de uso personal que probablemente acompaña a su dueña en diversos lugares y situaciones.
En el ámbito de las aguas embotelladas, la tendencia a comercializar aguas de diversos orígenes -de lluvia, de glaciares, de icebergs, etc.- obliga al menos a cuestionarse cuál es la estrategia más adecuada para comunicar que mi marca de agua es más valiosa que el humilde líquido que sale de las cañerías, e incluso más valiosa que las Evian, Perrier, Jahuel, Cachantún, Vital y Puyehue de cada mercado. En estos casos, la capacidad sugestiva del packaging será esencial para relacionar el producto con una promesa discernible, recordable y valorable.
En concreto, el envase y su estética aportan un ingrediente básico para la decisión de compra. Si recordamos esa vieja fórmula que han llamado la “ecuación de valor” y que afirma que “el valor es la información partida por el precio”, el packaging es el recurso estratégico de la marca que le aporta al consumidor un grueso de información irrefutable: calidad del producto, cantidad, coloridos, personalidad, componentes, atributos relevantes, origen, premios, certificaciones, etc.
Siguiendo con el ejemplo de las aguas embotelladas, la promesa de un agua obtenida del deshielo de un iceberg (como el caso de las aguas berg de Canadá) se vería muy mal e infundiría desconfianza si su diseño y su estrategia de precio no comunicaran la rareza y calidad del producto: basta imaginarla embotellada en un envase PET genérico y con un precio exorbitante (o irrisoriamente bajo) para gatillar la disonancia.
Las formas, la materialidad y la gráfica son fundamentales para “emocionalizar” el producto, para que cada uno de nosotros perciba -sensorial, racional y afectivamente- que no se está en presencia de un producto más.





Identidad, experiencia y servicio

Como ya hemos esbozado, entender cada producto y su marca de un modo sistémico contribuye a que las decisiones de diseño tengan un alcance estratégico y contribuyan al éxito de su posicionamiento en el mercado. Esto implica tener en cuenta:
• La experiencia que el producto debe proveer en todo su ciclo de vida
• Los recursos que serán usados para emocionalizarlo y así empatizar con las personas
• La funcionalidad a todo evento (informativa, de uso, de almacenamiento, de transporte, etc.)
• Su eficacia en la exhibición (visibilidad, orientación y deseabilidad)
En un contexto global que evoluciona hacia una economía de la atención, donde los estímulos emitidos por los medios, la vía pública y los puntos de venta constituyen un verdadero enjambre, ningún producto puede darse el lujo de optar por ser irrelevante. Como se ha dicho, “en cada categoría hay espacio para que un solo actor resulte ganador en la guerra de precios”: todos los demás están obligados a agregar valor y salir del ruido ambiental, evitando las comunicaciones genéricas que solo contribuyen a la creciente confusión de los consumidores. Los productos y sus marcas tienen la misión de conectar con nosotros de maneras significativas y el packaging puede lograrlo en todos los niveles.


Álvaro Magaña Tabilo es Diseñador con Mención en Comunicación Visual de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), Santiago de Chile. Es Asesor Estratégico (Brand Planner) de Procorp Chile para las áreas de Branding y Comunicación.

20 julio 2011

Envases y embalajes: piel y voz de una marca

Una parte importante de la vida de un producto ocurre en torno a su envase y embalaje, los que le brindan no sólo protección y transporte, sino principalmente visibilidad, orientación y deseabilidad de cara al mercado. Este es el primero de dos artículos del brand planner de Procorp sobre los alcances estratégicos del packaging para las marcas.
Por Álvaro Magaña T.
En un tiempo inmemorial, que para muchos existe solo existe como registro documental, la mayoría de los productos eran transados en única dependencia de lo que estos mismos eran capaces de comunicar. La leche, por ejemplo, era un producto que se consumía “al pie de la vaca”, o bien era repartido a granel por un señor vestido de blanco (en el súmmum de su sofisticación) en botellas de vidrio sin identificación visible, con la única condición de ser consumible y estar porcionada en acuerdo con el comprador.
En nuestra realidad contemporánea, en cambio, la leche habita un lugar cada vez más complejo llamado “góndola de supermercado”, donde coexisten numerosas variedades de la misma especie, bajo rótulos como leche entera, descremada y semi-descremada, sin lactosa, saborizada, extra calcio, con vitaminas, etc. Y es ofrecida por cuatro o cinco diferentes productores bajo diversos tipos de presentación. Lo que ha pasado con productos tan básicos como la leche es extrapolable a prácticamente toda la oferta existente hoy en el mercado. La diversificación y complejización de las calidades y características con que las empresas han salido a la conquista del consumidor, ha hecho necesario repensar los estándares de calidad y el valor agregado ofrecido por las marcas a las personas. Es más, ha obligado a replantearse la pregunta sobre cómo es que un producto es capaz de interpelar a las personas y gatillar el simple, pero a la vez complejo, acto de escogerlo, pagar por él y llevarlo a casa.
El diseño de envases y embalajes, o packaging, es la especialidad del diseño que se ocupa de concebir el modo en que los productos se manifiestan en una etapa importante de su ciclo de vida: durante su transporte, almacenaje, exhibición y, muchas veces también, su consumo final. La necesidad de pensar exhaustivamente el rol que cumple la materialidad y la presentación externa de un producto ha demostrado ser igual de importante para las innovaciones tecnológicas de Apple, como para un simple helado, una fruta o un vino boutique.
En muchos casos, envase y embalaje pasan a constituir la esencia misma del producto, incluso más allá de la experiencia de consumo: ¿qué es sino el packaging de un snack, de una colación escolar o de un vodka sueco mundialmente reputado?
Y dado que el diseño de envases y embalajes se ha convertido en una especialidad en sí misma, los conocimientos y disciplinas que convergen en su reflexión también se han complejizado. En Procorp creemos que una adecuada puesta en escena de un producto debe ser capaz de ofrecer, desde el packaging, una propuesta de valor expresada en tres dimensiones:
a) Visibilidad o diferenciación respecto a su categoría y entorno competitivo.
b) Orientación o información relevante y clarificadora, que ayude al cliente a preferir nuestra propuesta.
c) Deseabilidad o argumentos que trasciendan lo funcional, reflejando apropiadamente los atributos de la marca y conectando con los deseos y expectativas de las personas.
Lograrlo demanda articular conocimientos estratégicos, culturales, productivos y materiales con una cantidad equiparable de talento, para hacer confluir en el diseño todas las condicionantes que emergen de la naturaleza propia de cada producto: aspectos legales, históricos, comerciales, precio, condiciones de exhibición, almacenamiento, transporte y respeto al medioambiente.
Creatividad con objetivos
No podemos olvidar que el packaging de un producto está siempre sujeto a las condiciones y estándares imperantes en la industria al momento de su concepción, por lo que su diseño debe ser la mejor respuesta creativa a un imperativo funcional, cuya finalidad es propiciar una experiencia de consumo gratificante que cimente la lealtad de compra.

Este enfoque estratégico implica naturalmente entender de qué forma las necesidades de los consumidores pueden ser satisfechas por el producto y qué atributos diferenciadores podrán afianzar un compromiso sostenido de sus compradores. Lo que significa internarse en el mundo del consumidor, entender sus hábitos, códigos y valoraciones, de forma que las decisiones creativas y las acciones comerciales se alineen adecuadamente con la realidad y la cultura de las personas que constituirán la audiencia de la marca.
Por ejemplo, el modo en que es percibida la gráfica de un producto infantil variará ostensiblemente entre madres e hijos preescolares, preadolescentes y adolescentes, un producto masivo tendrá incondicionales e insatisfechos en diversos rangos de edad y “tribus” de consumidores, así como un producto especializado probablemente deberá ser capaz de comunicar llana y explícitamente sus méritos en contraste con su competencia, sin pasar por alto que diseñar para un mercado específico requiere sintonizar con creencias, costumbres y lenguajes que no siempre son entendidos a cabalidad ni por la organización ni por el equipo de diseño, por lo que es fundamental estudiar y familiarizarse con la realidad de todos quienes serán los consumidores del producto.
Paralelamente este entendimiento debe ser complementado con un mapeo de la competencia, sus estrategias y recursos, precio y calidad de los productos rivales y su comunicación. Los patrones que son detectados a través de este ejercicio nos ayudan a determinar con mayor precisión los aspectos diferenciadores de los que puede hacerse cargo el producto mediante su packaging, ayudando a configurar su personalidad y deseabilidad.
El proceso a seguir, tanto para la creación de los recursos de identidad que configurarán la esencia del producto, como para el desarrollo estructural de cada parte de un sistema de packaging, ya sea éste primario (la piel del producto), secundario (el envolvente del envase) o terciario (embalaje), debe realizarse en completa coordinación con la producción del mismo, ya que tanto peso, tamaño, resistencia y reciclaje de los materiales, así como los sistemas de impresión y empaque implicados determinarán la calidad percibida final del producto. Y por último, pero no por ello de menos importancia, es crucial definir los estándares de exhibición que darán al producto la mejor apariencia y desempeño en el punto de venta. Aunque esta condición sea difícil de administrar, el diseño debe procurar la conjunción de las mejores circunstancias permitiendo al mismo tiempo máxima flexibilidad con el mínimo de recursos adicionales.
En suma packaging no es cosmética, es experiencia de marca. Como hemos visto, es imposible concebir el diseño de un packaging sin tomar en cuenta todos los aspectos contextuales que configuran la propuesta de valor del producto. Dicho cuidado debe estar presente durante todo el proceso de concepción estratégica y creativa, para:
• Visualizar y gestionar las variables que condicionan las acciones comerciales, legales y logísticas de la organización responsable de colocar una nueva oferta de marca en el mercado.
• Conseguir el engrane más eficiente y efectivo con las demandas, deseos y cultura de los consumidores.
• Diseñar en coordinación con todos los involucrados en la fabricación, empaque, impresión/rotulación, distribución, determinación de precio y exhibición.
• Proporcionar mejores y satisfactorias experiencias de consumo a sus clientes.
• Servir a la consolidación y fortalecimiento de la reputación y valor de su marca.

18 abril 2011

Coloquio de Diseño en la Universidad Autónoma de Aguas Calientes




Universidad Autónoma de Aguas Calientes invita al primer coloquio nacional de Investigación para el Diseño 
 IR AL SITIO



08 abril 2011

Conferencia CMD 2009: Empresas + Diseño

Ponencias que es vital leer y asimilar, tienen un par de años pero no pierden su vigencia.

28 enero 2011

Ecosistemas marcarios: La marca y su circunstancia (Factor Diseño de Procorp)


Decir que todas las marcas son lo mismo puede ser tan ilusorio como afirmar que todas las organizaciones, todos los países o todas las personas, son iguales. Descontando las similitudes aparentes, las diferencias y dependencias frente a otros actores del mercado es la razón de ser de toda gestión eficiente de identidad.

Los recursos simbólicos de identidad que constituyen una marca, y que permiten individualizar una organización, producto o servicio (OPS), guardan importantes semejanzas con los organismos vivos. Por lo pronto, deben sobrevivir a agresivos procesos de selección natural (la que, como sabemos, no siempre es de origen taan natural). La supervivencia de una marca, en este contexto, está sujeta a una amplia diversidad de variables, donde la percepción y las creencias que las personas tienen de una marca y sus recursos superan en importancia, y por bastante, a la mera calidad de su oferta en el mercado.
En esta enmarañada selva de ofertas y demandas, cuyos “reyezuelos-consumidores” exigen más y mejores experiencias, las marcas –como solícitos satisfactores siempre dispuestos a prometer aquello que la competencia no ofrece- producen inesperados ecosistemas que se expresan en el posicionamiento y la participación que cada marca establece en una o en varias categorías de industrias, productos o servicios.
Estos ecosistemas permiten reconocer en cada OPS un rol, ya sea como un camaleónico “me too” que imita a un líder de categoría, o como un verdadero pavo real en busca de una jerarquía de macho-alfa dentro de un cierto dominio. Naturalmente, entre ambos casos surgen todos los posibles matices que la tolerancia humana se permita asimilar y comprender, y que definen la aceptación de sus sistemas de identidad de marca. Éstos -no es sorpresa- también tienden a reformular, reinterpretar y adaptar códigos visuales y estéticos vigentes para cada momento y lugar específico.

Ecosistema marcario = la marca con sus códigos y lenguajes propios en relación con la categoría y en relación con su portafolio de ofertas (submarcas y líneas de productos y servicios)

Romper con dichos límites para conseguir una efectiva diferenciación implica, como toda gran oportunidad, un doble riesgo:
• el de ser rechazado por los consumidores, habitualmente conservadores a la hora de opinar sobre las marcas, y
• la adopción de un compromiso tácito (promesa de marca no declarada textualmente) que la organización finalmente no está dispuesta a cumplir.
Tal vez por esta causa, sumada a la subjetividad implícita del diseño de marcas, cada categoría parece conformar una constelación de signos y símbolos convencionales, con muchos niveles de interpretación y relativamente pocos de expresión (¿mucho ruido y pocas nueces?).
No es de extrañar que los productos alimenticios posean códigos visibles transversales, como el uso de tipografías redondeadas, de encapsulados y “outlines” para su fácil aplicación sobre fondos ruidosos o activos (fotos, ilustraciones, texturas gráficas, etc.). O que las etiquetas de vino respondan a diagramaciones casi genéricas, y que los bancos tiendan hacia diseños que se ajustan a grillas horizontales y al uso de azules, rojos y verdes, en su gran mayoría. Por un lado, ello obedece a que las formas poseen un lenguaje que cultural y neurológicamente gatillan respuestas preconscientes; un ejemplo de ello es el antiguo ejercicio gestáltico de “maluma” y “taketa”, que demuestra cómo, espontáneamente, las personas asocian los sonidos más suaves de “maluma” con imágenes redondeadas y sinuosas, mientras que el sonido golpeado de “taketa” es asociado a figuras angulosas y formas quebradas. De esta analogía podemos inferir la improbabilidad de que, sin una buena razón, una OPS declare pertenecer a un universo verbalmente asociado a “maluma” (femenino, infantil, wellness, etc.) y opte en cambio por una gráfica más acorde a “taketa” (deportivo, rockero, energético, etc.).
Veamos. Las organizaciones relacionadas con el mundo infantil suelen desarrollar gráficas de colores fuertes e ilustraciones gestuales; los productos femeninos se permiten gráficas sinuosas, a veces de colores suaves, con elementos cuyo peso visual y su estructura puede caracterizarlas como “delicados”; las empresas del sector industrial suelen recurrir a símbolos de trazo grueso, con más ángulos y rectas que, digamos, las empresas del sector retail.
Todo esto pudiera parecer un tema menor, entre las grandes discusiones estratégicas que surgen de la gestión de identidad de una OPS. No obstante, detrás de una aparente irrelevancia muchas veces se anidan, ocultas, grandes discusiones comerciales, administrativas, logísticas y culturales que normalmente no se manifiestan de cara al consumidor, pero que en una sociedad prendada de la tiranía de la transparencia, tienden a emerger en los grandes momentos de una OPS, sea ésta una oportunidad de crecimiento, una fusión o una crisis. Por ejemplo: “¿El uso del color verde nos obliga a ser una empresa amistosa con el medio ambiente?”, o bien “¿una gráfica tecnológica significa que debemos ser innovadores siempre?”.
La idoneidad, entonces, del lenguaje visual y la codificación gráfica, mucho más que obedecer a criterios de codificación artísticos “hieráticos”, es decir lenguaje de privilegiados, es un criterio adaptativo que fluctúa y se ajusta a las percepciones, deseos y tendencias de cada momento, en los que tallan por igual consumidores, colaboradores, directivos de una organización y otros stakeholders.

Las marcas como sistemas vivos
Una marca eficiente debe estar sólidamente sustentada por una OPS que posea una oferta significativa para sus potenciales consumidores (lo que en Procorp definimos como la dimensión REAL del modelo ISR*). Ello debe expresarse en un modelo de negocio claro, con atributos, beneficios y promesas que la distingan del resto de las ofertas del mercado. La consistencia marcaria se sustenta además en el hecho de que las declaraciones de buenas intenciones, lo cosmético y lo superficial, no poseen demasiado valor si no hay una sustancia concreta que las soporte, de la misma forma como las acciones o conductas definen la personalidad de cualquier organismo vivo. En esta línea, podemos asegurar que la identidad de las organizaciones depende en gran medida del contexto cultural del que emergen, y sus marcas son siempre reflejo de una actitud y un objetivo con respecto a dicho contexto, ya sea para dominarlo, asimilarse o para diferenciarse de él.
No hay marca, ni identidad que no sea fruto de dicho contexto, por tanto la selección de recursos, estilos y puntos de contacto debe abordarse con un enfoque holístico que entienda que toda OPS coexiste con otras OPS y mantiene con ellas relaciones que implican adherencias o aversiones, según objetivos estratégicos establecidos. Entender las OPS como organismos vivos involucrados en un ecosistema más amplio, y en ocasiones complejo, ayuda a definir los roles y jerarquías que organizan sus propias marcas y submarcas, lo que redunda en claridad para los consumidores y nitidez para la gestión comunicacional de la propia organización.
Desde una perspectiva de diseño, toda experiencia de marca, arquitectura de marca, desarrollo de packaging, de productos o de infraestructura, será mucho más eficiente, rentable y certera entendiendo que cada intervención está enlazada con una historia preexistente, un contexto cultural, relaciones de interdependencia (positiva o negativa) con dichos antecedentes y objetivos que, sin duda, deben alcanzarse en plena conciencia de lo que hemos descrito. Por tanto, el desarrollo de marcas demanda un tipo de creatividad orientada por cierto “estado de conciencia”, capaz de elevarse por encima de todos los aspectos que inciden en su adecuado posicionamiento. Esto quiere decir diseñar para la organización y sus objetivos (los consumidores y sus demandas), y en concordancia con un contexto siempre complejo que considera a) productos y servicios preexistentes tanto en el portafolio de la organización como en la oferta de los competidores, b) diversos referentes (líderes o protagonistas destacados dentro de una categoría) y, por cierto, c) las diversas identidades que definen a cada uno de ellos.

* Modelo ISR precisa que las marcas están sustentadas sobre tres pilares o dimensiones: lo Imaginario (el posicionamiento de la marca en la mente y corazón de sus consumidores), lo Simbólico (todos los recursos de identidad y comunicación de la marca) y lo Real (o la oferta concreta del producto o servicio).Más info en http://www.procorpweb.com/es/gestion_estrategica/isr.php

26 septiembre 2010

Acerca de “Cosas que me molestan del diseño y los diseñadores”

Tuve algo así como mis quince minutos de fama en FOROALFA. ¡Jamás había recibido tantos comentarios ni votos!...  Como a cualquier humano (más o menos sensible) me emocionaron las adherencias y sentí mucha perplejidad con los detractores. Quienes me conocen sabrán que fuera del formato profesional soy una persona más bien observadora y cauta, por lo tanto decidí agregar algunas palabras al artículo, pero desde mi modesta trinchera abandonada del blog.

Me detuve a leer todos los comentarios, favorables y adversos, que cosechó mi primer texto visceral sobre el diseño y me gustaría profundizar, un poquito, sin pretensiones doctorales en mis creencias sobre la profesión del diseño, su práctica, su educación y su lugar en el mundo.
Es un hecho que algo no anda bien en nuestro ecosistema profesional. Mis palabras no son sino la traducción de largas conversaciones que hemos mantenido no sólo con mis amigos diseñadores, algunos de larga y exitosa trayectoria y otros de cortas y difíciles historias, sino además con profesionales de otras áreas que han debido relacionarse recelosamente con nosotros. Además, muchos de los tópicos que me parecen pecados de la profesión, los he cometido con frecuencia, inconsciencia y finalmente con incomodidad, por lo tanto me arrimo oportunamente a la sentencia de Jung: “uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad”.

El diseño
Creo que desde el inicio la palabra diseño es un concepto muy grande, tan amplio que se ha reunido convenientemente demasiados oficios y prácticas en él, lo que ha contribuido a producir la creencia que es posible tener teorías y metodologías unificadoras al mismo tiempo que tácitamente se alaba la genialidad individual. Aprendemos con más facilidad a admirar la obra terminada que el proceso y el contexto de esa obra. Con un poco de suerte, eso nos lo enseña la práctica profesional… práctica que nos descubre de improviso sin las herramientas adecuadas para pensarnos en el mediano y largo plazo, sin recursos suficientes para darnos a entender en el mercado, cuya realidad (qué duda nos queda) ha inundado todos los resquicios de la cultura humana.
Pocos de los supuestos que alguna vez nos declararon en las escuelas de diseño llegan a cumplirse en la práctica, muchos de los conocimientos académicos recibidos acaban olvidados por su irrelevancia… ¿qué perdura finalmente?
El trabajo hecho, el proyecto concreto, la idea llevada a su expresión material.

¿Hay responsables?
El pensamiento actual muy convenientemente ha reubicado toda responsabilidad en el individuo, sin embargo como seres sociales que somos, podemos convenir que muchas de nuestras actuales circunstancias profesionales sin duda se originan en un modelo educativo que da la espalda al mundo laboral. Modelo educativo que sospecho ha debido validarse de cara a las exigencias académicas de un estado ignorante probablemente pesimamente asesorado, de metodólogos de la educación que ignoran de qué trata el mercado, la industria y la economía del diseño.
Sobre la problemática estratégica de los diseñadores, la sobreoferta y la devaluación del trabajo profesional, no tengo más que agregar que lo más lúcido y devastador oído por mí lo ha dicho y profundizado Fernando del Vecchio al aplicar a nuestra profesión un simple análisis de las 5 fuerzas de Michael Porter. Quizás el mismo diagnóstico, la ausencia de barreras de entrada, las sustituciones, el punto de inflexión 10X, etc. expliquen muchas otras cosas: los egos y susceptibilidades, la incapacidad de oír, esa idea señorial de que el diseño profesional con sus 4, 5 ó 6 años de estudio debiera ser mejor que el diseño técnico, o que el diseño espontáneo e intuitivo de aquel que aprendió “el oficio” en la práctica.
Cuando era chico, la gente hablaba que cuando no era posible dialogar se estaba ante una “bolsa de gatos”, sospecho que estas batallas de enfoques, creencias y orientaciones terminan siempre estrellándose en la cruel y simple actividad de diseñar que llevan a cabo los profesionales, oficinas y agencias.
Creo que hay métodos y procesos que definen un “ahora” de cada especialidad que se autodefine como diseño, así como hay un teorizar acerca de las posibilidades y oportunidades de incidir en el mundo futuro mediante un pensamiento propio, un modo de ver las cosas mucho más holístico y sistémico (tal vez lo que se ha llamado design thinking va tras ello, aunque no necesariamente por el éxito de los diseñadores).
Se me vienen a la cabeza dos cosas: la imposibilidad de exigir virtud a quien ha sido privado de sus necesidades básicas y la vieja enseñanza de proveer el pan junto con las herramientas para poder seguir proveyéndolo ¿qué tiene que ver esto con el diseño?
Como alguien comentó, sin duda los diseñadores hemos recibido conocimientos heterogéneos, habilidades heterogéneas a través de mecanismos también heterogéneos ¿hay alguna posibilidad de exigirnos homogeneidad teórica, ideológica o simplemente práctica? Nuestras formaciones han sido divergentes, a veces confusas, incompletas, desenfocadas respecto a la necesidad económica, social y cultural que ha hecho necesario que existan diseñadores ¿habrá alguien que se haga responsable de esto, un culpable o un héroe que nos rescate?
Por otro lado la educación, que vive una de sus más profundas crisis en estos días, sólo nos reafirma que de verdad nadie que no tenga un incentivo va a ocuparse de resolver las incongruencias del cuerpo de conocimientos del diseño, de prácticas, métodos y procesos para la formación de las generaciones futuras. La educación profesional, no sólo la del diseño, ha entrado en un círculo vicioso que necesita seguir (de)formando profesionales bajo un esquema obsoleto para poder subsistir y quizás, finalmente cuándo ya no tengan opciones, reformular sus argumentos, capacidades e incentivos. Mientras la educación se limite a ser un modelo de negocios sin sustentabilidad futura las profesiones se alimentarán de otras fuentes más confiables, actuales y accesibles.

Y por cierto…
Los que no entendieron mis “palabras complicadas”… lo siento, de eso si que no me hago cargo.

Etiquetas: , ,