Reflexiones, Teoría y Cultura de Diseño

31 julio 2009

Sobre las fachadas

La fachada es la cara de un edificio corporativo...
La marca tiene muchos rostros, el rostro que está en primer plano debe ser capaz de transmitir algo más que "el ajuste a la categoría". No basta que (por ejemplo) un banco transmita seriedad, seguridad o trayectoria por que todos pretenden poseer dichos atributos.
Lo higiénico de una categoría no es diferenciador, un edificio matriz acuñado en preconceptos "cumple" pero no sorprende. Romper con la categoría asegura arrebatarle un lugar a los competidores en la memoria de los consumidores.
El poder de una marca radica en la consistencia y la unicidad de su propuesta de valor. Ser únicos y consistentes en la propuesta de valor constituye el eje de toda identidad.
El poder de una marca está en el poder de su identidad.
La identidad está compuesta de hitos que son percibidos por el resto.
Lo memorable de estos hitos garantiza la pervivencia de la marca en la mente y corazón de la gente.
"Lo feo no vende" decía Raymond Loewy, nosotros podemos agregar "lo aburrido no inspira".
Queremos que las personas se inspiren y confíen en nosotros. Cuando se está a cargo de una misión y tras un objetivo innovador, las trasgresiones son leídas como seguridad en si mismo, las disrupciones son percibidas como desafíos y los desafíos son la vitalidad de una marca competitiva.
Una nueva imagen arquitectónica ayuda a conectarse con el permanente cambio de las cosas.
Lo que no cambia está muerto o agónico. Proponer un giro brusco en el uso de materiales para intervenir el paisaje de la ciudad, es comunicar que la propia compañía evoluciona, si el cambio sorprende e inspira la evolución será percibida como un cambio positivo, algo que alimenta las confianzas y fortalece la identidad.

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