Reflexiones, Teoría y Cultura de Diseño

18 abril 2007

En qué está el diseño chileno y el Plan Nacional de Diseño

Ayer fui a hablar a los cursos vespertinos del Duoc de Plaza Vespucio acerca de lo que yo alcanzo a ver respecto al diseño chileno. Y esa misión, que nos autoencomendamos hace un tiempo con mi amigo Ulises de Laire, no deja de despertar en mí numerosas incertidumbres, pese a que la conversación se dio y traté de hablar del diseño en la cultura, la educación, la política y los negocios, la conciencia permanente de que este es un tema inagotable y en proceso de expansión me expone a mi propia ignorancia, por transitividad quizás me expone a la ignorancia que cunde en la población de diseñadores chilenos acerca de si misma.
Anteayer fui de invitado a la reunión de coordinación del Premio ChileDiseño y en el café el tema fue ese, la ausencia de números, de datos, de estudios serios acerca de cuántos somos, que hacemos, cuánto ganamos, que representamos en la economía y hacia dónde vamos. Allan Urban me decía que no podemos seguir pescando bototos con gusano, y eso va más allá de la profesionalización y de la difusión, va en la definición estratégica y los objetivos que deseamos alcanzar y por qué, si es que es posible hablar de un colectivo o un gremio del diseño.
Entonces en qué está el diseño en Chile es una pregunta con respuesta en proceso de construcción, el perfil heterogéneo de los estudiantes, la oferta académica casi comoditizada con ligeros matices, con valores desorbitadamente altos o bajos sin relación a una calidad definida y el perfil de oficinas o el mercado laboral estándar existente, su tamaño y su lucha por el mismo trozo de carnada (en las “ensangrentadas aguas de la hipercompetencia”) obliga a trabajar varios frentes alternativos y mejorar en cada uno de ellos al mismo tiempo: estado de ánimo, know how operativo, gestión de la creatividad, gestión estratégica, diseño de experiencias, etc.
Que tendremos una mesa de trabajo llamada Plan Nacional de Diseño, que involucra al INACAP, la Universidad de Valparaíso, Universidad Católica, Universidad Adolfo Ibáñez, UTEM, al Colegio de Diseñadores Profesionales, Diseño para Chile, la Asociación de Empresas de Diseño QVID y Rodrigo Walker, me parece esperanzador. Sin embargo, trataré de introducir la inquietud válida de que estas iniciativas no jueguen al póquer con nosotros, dada la desconfianza natural a todo lo que venga de una voluntad gubernamental y de instituciones y agrupaciones a las que uno no pertenece. Confiar con prudencia y tener los objetivos claros es tarea para todos nosotros que eventualmente podemos vernos beneficiados o perjudicados por un plan general de diseño,
En eso estoy, veremos si comienza a aflorar a través de estos medios y soportes en qué está el resto.

11 abril 2007

Del Decir del Diseño

(o aprendamos también a usar el diccionario)
Por primera vez en muchos años, pareciera que los diseñadores chilenos tuviésemos algo nuevo que decir. Algo que va más allá del dominio estético de ciertas categorías clasificatorias, o del descubrimiento de discursos novedosos o de tecnologías disruptivas. Tengo la sensación de que la velocidad de los cambios sociales, económicos y culturales, de pronto nos ha obligado a los profesionales de esta disciplina a cuestionarnos (bien o mal, pero finalmente nos ha empujado a ello), a poner en tela de juicio las verdades reveladas, los dogmas nunca profesados convincentemente y la propia experiencia, siempre tan sesgada, parcial e incluso atontadora.
Una de las primeras cosas ante la que debo confesar cierta inquietud tiene que ver con la retórica y el metalenguaje del diseño en oposición al analfabetismo funcional no menor que cunde en nuestra disciplina (por no decir en la población chilena). Existen dos tentaciones mayúsculas para quien escoge hablar o escribir sobre el hacer del diseño -y como suele ocurrir ninguno de los extremos le hace ningún favor importante-:
- O bien se escoge un lenguaje apropiado para el mundo académico, válido para dicho mundo, formateado con una pretensión de paper científico ya sea como un intento de validación dentro de los cánones de legitimidad y honestidad académica (reconocimiento de fuentes, uso de notas aclaratorias, bibliografía exhaustiva, estructura y desarrollo lógico, etc.) o bien como un ejercicio de dominio o de capacidad retórica articulado en torno a un estilo que se haya constituido en moda académica, como lo ha sido la semiótica y la semiología y sus códigos, la lingüística y su metalenguaje, las inagotables corrientes de pensamiento postmoderno, o en su minuto el marxismo y hoy en día la jerga (atractiva y funcional, quién lo niega) de la Harvard Business Review, del coaching y la PNL, del EClass de La Tercera o de la Clase Ejecutiva del Mercurio que a veces terminan como refritos de los infinitos epígonos de los gurúes económicos por todos conocidos.
- O se recurre a un estilo orientado al descrédito de todo lo que encarna el lenguaje académico (o simplemente “academicista”, para distinguirla de la reflexión seria y comprometida y no sólo formal) usando la coloquialidad y la ironía (como las charlas académicas de Norberto Chaves) en que se relativiza o se descree de las afirmaciones grandilocuentes, tratando de usar una retórica anti retórica (“al pan pan y al vino vino”), en el mejor de los casos utilizando el humor como lubricante social y en el peor de los caos generando un discurso de denuncia amarga, sin cuidado por los lugares comunes y fustigando el terrible “uso de palabras rebuscadas” del bando más “academicista”.
Probablemente la ponderación de ambas posiciones permite inferir una desintegración fundamental de ellas.
Descartando los matices que existen entre ambas posiciones, la necesidad o no de que haya un fundamento teórico efectivo para la práctica del diseño en todos los escenarios imaginables hoy, no creo que (por mero afán demagógico) se deba renunciar al uso de lenguaje académico fomentando de esta forma nuestra ignorancia, ni que deba adoptarse un estilo “correcto” sólo por formalidad, pues en lo que si creo es que la retórica, ese arte vapuleado, así como la denuncia, la ironía o el cinismo (mismo) pueden usarse con discreción y con sentido de la finalidad, pues el diseño es otra cosa, es fundamentalmente las cosas diseñadas, sus artífices, sus herramientas y sus procesos, el discurso es un agregado vital pero que depende de la valoración y la validez de las cuatro cosas mencionadas, cualquier retórica debe girar en torno a ellas y cualquier discurso debe permitir entenderlas, criticarlas, mejorarlas e incluso superarlas, no sólo servir de relleno para ser admitido en un club de conocimientos.
Naturalmente cada quien puede y debiera escribir (y hablar) como le venga en regalada gana, el matiz está en el objetivo y el alcance de hacerlo.
Por principio no critico aquello que ignoro, pues no veo demasiado mérito en la ignorancia autoproclamada, pero como diseñador debiera hacerme cargo de la audiencia, particularmente cuando se me paga por investigar, escribir, enseñar o fundamentar diseño, lo otro queda bien a nivel de hobbie.
Como este blog, sin ir más lejos.

05 abril 2007

50 diseñadores le responden a Nussbaum (los diseñadores apestan)

NextD REReThinking Design, lanzó un número dedicado a responder al artículo de Naussbaum en Business Week (el cual traduje para este blog). Está en inglés... y en PDF.
NextD Journal

Alegrías Personales

Aunque se supone que hable sólo de diseño, les cuento que el lunes 2 de abril de 2007, a las 10.43 am ha salido al aire libre Josefa Ignacia Magaña Lara. Pesó 3 kg., 265 grs. y midió 49 cms. Tus hermanos, tu abuelita, nuestros amigos y tus padres estamos muy (muy muy) felices.