Reflexiones, Teoría y Cultura de Diseño

30 agosto 2006

¿necesitamos definiciones?

Una de las definiciones más difíciles de intentar frente a las personas ajenas a esta disciplina, es justamente qué es el diseño, no qué es lo que hacen los diseñadores y quienes diseñan hoy. Ni siquiera el valor relativo de las acciones de diseño, pues hasta la Business Week, Tom Peters, Peter Drucker o el Design Council nos lo dicen claro y fuerte de tiempo en tiempo.
Explicar qué es esto que llamamos diseño es un ejercicio fatigoso, porque todo el mundo diseña (maestros, chefs, médicos, ingenieros, políticos, etc.), porque el uso sistemático de diseño implica organizaciones conscientes de lo que el diseño es capaz de aportar a los productos y la comunicación (que no son mayoría) y por otra parte una orgánica, una institucionalidad del diseño que salvaguarde los estándares, la calidad del servicio y las proyecciones de esta disciplina (que no se han establecido en todo el mundo). Como se trata de una definición no finalizada (lo que tiene de bueno y malo), y como además las asociaciones están en construcción permanente y no existe una respuesta única para decir con suficiencia, con responsabilidad lo que es el diseño, normalmente nos definimos por lo que hacemos y por lo que creemos que vale lo que hacemos (valor social y económico).
Esto no supondría ningún problema si tuviésemos que dejar que nuestras obras (productos) hablaran por si mismas. Pero esto es ingenuo. Los diseños no siempre icen lo que tienen que decir, más bien el que lo recibe es quien leerá o interpretará según su marco de referencias, lo que demanda que cualquier diseño se inserte en un contexto estratégico, en un sistema que lo haga operativo, fácil de comprender, funcional y empático con su audiencia o su mercado, para que el resto incorpore la actividad de diseñar como un engranaje indispensable para su gestión específica.
Diseñar para la gente, para las organizaciones, para el mercado requiere una conciencia estratégica de qué es lo que el diseño es capaz de provocar, que hebras humanas son tocadas cuando un diseño nuevo se mezcla en la vida del resto. Esta conciencia pide definiciones. No siempre, pero las pide al menos para hacerse entender por quienes no saben nada de diseño.
Es posible seguir mucho tiempo, largo tiempo, merodeando definiciones, discusiones, enfrentamientos conceptuales sin nunca determinar si el diseño tiene fines propios, si el diseño es "algo" abarcable en definiciones teóricas, si lo que se escribe a lo largo y ancho del mundo acerca del diseño es válido o no. Lo que no debiéramos dejar que ocurra es que la discusión siga desintegrada del resto, del ámbito productivo, de los problemas gremiales, de los intereses de futuro, de la promoción de escenarios en los que el diseño, indeterminado como es (como dice el profesor Mallol), determine sus actuaciones de mañana y pasado mañana, los planes que tiene en la mejora del mundo, en las peleas y diálogos que definirán el mundo de nuestros hijos.
No creo, por supuesto, que tener una definición monolítica de diseño nos va a convertir en los superhéroes del futuro. Pero si creo que definir objetivos a futuro, locales, abarcables, medibles va a ir configurando las conversaciones que acerquen el diseño a las organizaciones políticas, económicas y culturales.

08 agosto 2006

Innovación en las conversaciones de poder

Para los interesados y curiosos, en el vínculo de abajo encontrarán un documento un poco más extenso acerca del rol posible de la innovación en las conversaciones político-económicas del diseño. Más o menos lo que dije en Buenos Aires, el jueves 3 de agosto 2006.

Innovación, herramienta para el diseño en las conversaciones de poder
¿Puede el diseño ingresar en la toma de decisiones de países y empresas?