Reflexiones, Teoría y Cultura de Diseño

17 marzo 2006

¿Cómo hacemos teoría para el desarrollo?

Una de las inquietudes que me han mantenido cavilando estos días tiene que ver con la resistencia poderosa, bien o mal argumentada, que provoca la sola mención de una teoría para el diseño.
Los que han leído a Bonsiepe o siguen las discusiones de ForoAlfa saben que este no es un tema fácil de zanjar, y como no es fácil de zanjar se siente muy pronto la tentación de volver a pensar exclusivamente en términos de hacer, de vender y de adquirir conocimientos técnicos que son de beneficio inmediato (sin lugar a dudas).
Sabemos que la teoría proviene de una noción muy antigua de contemplación, o de participación restringida como la que se asignaba a los embajadores en ciertas actividades griegas, el "theoros" era un visitante, no el dueño de casa.
Y sabemos que no hay nada más molesto que alguien intente explicar lo que uno hace, peor aun cuando ese alguien no es de la casa, o no lo legitimamos como alguien de la casa, quizás porque cuando entra no ha demostrado más que ser un protagonista bastante limitado en las tareas hogareñas: no explica como cobrar un diseño, ni como venderlo, no nos dice si es mejor un software u otro, no recomienda estilos ni se fija demasiado en las tendencias, a veces hasta refunfuña por cierta nostalgia por su tía abuela "las artes", sus primas "semiótica, estética y metodología", muchas veces no se entiende lo que dice y reclama por un lugar que supone merecido, el teórico de diseño quiere estar a la diestra y con suerte lo sientan con la servidumbre, en lo que respecta a la mesa de los diseñadores en ejercicio profesional.
Por otro lado, en el ámbito académico, digamos en la mesa de la cocina, goza de un prestigio un poco más positivo aunque tenga que compartir asiento con muchos comensales, todos muy seguros de su posición en la casa, todos muy concientes de que para poder decirse de la casa hay que hacer lo que la casa manda, o sea proyectar, ofertar, producir, gestionar y cobrar diseño.
Sin embargo, en esta historia de poderes domésticos, hay un día en que la casa queda chica porque hay demasiados habitantes, muchos de ellos obligados deben mudarse a las casas vecinas, donde la tía abuela, a casa de las primas o sencillamente abandonan y se pierden de escena, algunos descepcionados maldicen y menosprecian a quienes los criaron en casa, otros silenciosamente se esconden para siempre bajo la mesa de la cocina.
Ese día, un vecino muy próspero descubre que le gusta mucho el jardín de esta casa y empieza a contratar a algunos de los habitantes para que, cobro mediante, el resto del barrio cambie de cara. Los últimos en enterarse son los de la cocina, el teórico desconfía de todo esto y los otros de la casa lo tratan de amargado mientras cuentan los billetes que les ha dado el vecino próspero.
Aquí la historia se detiene porque la caricatura es suficiente como para darnos cuenta que hay que hacer crecer la casa, que es necesario plantearse escenarios futuros distintos para cada uno de los miembros de esta familia.
Una teoría prospectiva con miras al fortalecimiento del rol del diseño en la sociedad (tanto en la académico como en lo empresarial y político) necesita la invención de esas nuevas habitaciones, o de mapas para salir al barrio a conocer a los vecinos y saber que es lo que estos necesitan.
Es decir, teoría para el desarrollo del país y para el desarrollo de la profesión. Lo dicen por ahí, y se discute. Creo que debemos contar con herramientas apropiadas para hacer un diagnóstico de nuestra realidad, identificar y constatar donde estamos parados, de qué tamaño es nuestra casa por así decirlo, de tal forma que además de hacer lo que el mercado o los usuarios requieren, podamos pensar en productos y servicios nuevos, estructurando al mismo tiempo los procesos, las acciones, las decisiones que implica poner en marcha lo que no había sido hecho antes, en suma orientarnos a innovar.
Sea esto asesorando a las empresas en su diferenciación y su competitividad o creando los escenarios en que se darán la comunicación, el consumo y las experiencias físicas del futuro, debemos aclarar qué clase de insumos debemos adquirir y cómo hacerlo, en última instancia tener un dominio tal de la escena que incluso diseñemos el diseñar.
Y en esta tarea de "ampliación", cabe todo lo que somos y hemos sido, desde Henry Cole hasta Jonathan Ive. Desde la semiótica hasta la administración de empresas.

13 marzo 2006

Ay, la teoría me hace mal profesor

(divagaciones del profesor, que también sabe ser diseñador)

Yo nunca pensé que una parte de mi vida (4 años hasta hoy) iba a transitar por la docencia de diseño. Durante muchos años mi horizonte circulaba por el marketing directo, el diseño editorial, la supervisión y control de calidad de imprenta y el "diseñar lo que sea para el cliente que sea".
Como no me iba mal nunca percibí muy dramáticamente que a los diseñadores se les tratara para la "patada y el combo" como dice Rodrigo Walker, al menos no a quienes trabajaban conmigo. Sin embargo, paulatinamente comencé a vislumbrar que había ciertas expectativas por parte de los clientes, empleadores y los diseñadores mismos que resultaban incoherentes y esotéricas al compararlas con la formación académica que habíamos recibido.
No pocos de mis compañeros sentían que en la escuela no habían aprendido nada útil, que el trabajo de diseñador era otra cosa y por ahí me di cuenta que como no nos tomaban en serio no nos pagaban demasiado en serio, como si lo que hace el diseñador fuera un default para el sistema, algo que debía estar pero que no debía ser demasiado relevante. Mal que mal se estilaba presentarnos como "los artistas", "los creativos", cuando a lo sumo muchos sólo se aprovechaban de ese mito para no usar corbata y escuchar música diferente en la oficina.
Sin embargo creo que en la práctica aprendí que hacer diseño era realmente irrelevante si el diseñador no ejercía una cierta dosis de poder en la toma de decisiones, y es ahí donde la teoría se me hizo escasa y cuando no ausente.
En medio de estos vaivenes comencé a hacer clases y descubrí otro problema que se iba a convertir en dolor de cabeza ¿cómo hacer que mis alumnos crean en lo que digo?, ¿la teoría tiene sentido antes o después del proyecto?, ¿los estudiantes sabrán leer, serán capaces de darle sentido a mis palabras o tendré que usar otros atajos?.
Lamentablemente hemos perdido mucha tradición oral y escrita, aunque abogados y dentistas están obligados a leer, a entender, a ser conscientes, a ser autocríticos y a estar informados, los diseñadores como dice Raquel Pelta "no leen", peor aun los estudiantes de diseño leen poco y se aburren de tener que ser obligados a pensar de manera artificiosa en una actividad que en la práctica sólo existe donde hay objetos, imágenes, cosas concretas, no divagaciones en lenguas muertas.
Honestamente creo que la teoría es parecida a la tarea de un médico forense que pretende averiguar la causa de la muerte ante un cadáver descompuesto. Nada creativo aparentemente, apenas una indagación constatatoria de lo que ya todos ven, una especie de: "pero si está muerto, sólo basta ver el fiambre".
Y lo peor es que nadie diseña mejor por volverse teórico, de hecho nadie es diseñador sólo por estudiar diseño. Sin embargo algo pasa cuando le damos a nuestro pensamiento herramientas conceptuales que nos ayudan a pensar y ahí está el quid del asunto.
¿Puede la mente del diseñador ser alimentada sistemáticamente para conseguir resultados exitosos?, ¿debe el diseñador estar consciente de que diablos es lo que hace cuando se transforma en el "pintamonos" de sus clientes?
Ya siento que me gritan: "mientras me paguen bien soy pintamonos de lo que sea".
Pero ahí llegamos al clavo en el costado en que toda experiencia se desvanece como agua en el agua: diseño es una de las profesiones peor pagadas por lo que hace pero muy bien evaluada por lo que se espera de ella. Por cierto yo no le pagaría un honorario elevado a un médico forense por curarme una infección al oído, pero si esperaría que supiera mucho sobre el cuerpo humano, también podría esperar muchas cosas de él si necesito saber más sobre los efectos de cierta enfermedad.
Por eso mantengo una relación paradójica con la teoría, le creo y no le creo, la respeto pero no voy de rodillas en su procesión. Sin embargo, de algún modo los diseñadores debemos inventar o construir una conciencia de la disciplina. Los países, las empresas, la cultura espera muchas cosas del diseño (innovación, diferenciación, competitividad, eficacia, eficiencia, identidad), ninguna de ellas relacionadas con la teoría (sin embargo hablar de ellas ¿no es hacer teoría?), aun así debemos conocer el territorio del diseño, las herramientas conceptuales y el ámbito de dominio que le ha sido asignado por la cultura y la economía, y aun más, las proyecciones futuras de una actividad cuyas herramientas técnicas se renuevan cada seis meses, semana a semana.
Para eso hay que asumir que aunque nuestra conversación es fragmentaria no debemos desconocer que de estas cosas también se habla, que debemos aprender a usar la teoría, a pedirle lo que es capaz de dar y darnos cuenta cuando dejar de pedirle y actuar por nuestra cuenta.
Esa es la teoría que me interesa. La que me ayuda a articular en mi cabeza los porqué, qué y cómo del diseño.

11 marzo 2006

Esto de enseñar el Diseño

Texto que publiqué en una bitácora de Chile País de Diseño.

"A mí me sorprende la variedad de ofertas académicas que ofrece el mercado educacional.
No sólo en diseño, aunque ésta es mi principal preocupación. Podría decirse que libertad de mercado, libre competencia y tal debería elevar las cotas y las exigencias académicas, mejorar el producto en suma ¿porqué pareciera que no es eso lo que ocurre?, ¿porqué queda esta sensación de que el que se mueve no sale en la foto?.

Tengo la sospecha que el factor informativo, digamos la difusión de la oferta se plantea en un nivel en que estudiar lo que sea es igual a comprar lo que sea, lo que esté a la altura de mi bolsillo y mis expectativas.

Como así ha sido, tengo mis serias dudas de si acaso quienes venden el producto educativo estén de verdad preocupados del resultado final del proceso de aprendizaje que ofrecen.

Pocas son las universidades que imparten diseño y al mismo tiempo desarrollan vida y espíritu universitario (aunque convengamos en que esto no es una condición indispensable para ser "diseñador"), que investiguen, publiquen, desarrollen proyectos, generen asociatividad y lo que es aún más importante, ejerzan influencia en el modo de hacer económico y político del país.

Un tema que me parece fundamental para que la discusión y el nivel de argumentos sean sólidos en este sentido tiene que darse en vistas de que es lo que un país requiere, que clase de país y que clase de profesionales es la que va a realizar las conversaciones mundiales.
Si profesores, directores y estudiantes no dan la talla de estas demandas de internacionalización, si las universidades obligadas por una concepción de mercado que juega al póker y aún no consiente en desarrollar estándares que sean equiparables a las economías que admiramos Finlandia, Nueva Zelanda, Corea, etc., es porque no alcanzan a ver que la ya archisabida crisis de la carrera universitaria pone en tensión no sólo las pegas de los funcionarios de la educación sino la de todos los que apuestan a invertir en su formación académica.

Los miles de diseñadores en formación ¿no debieran exigir a sus casas de estudio herramientas y mecanismos para compararse y medirse con la realidad del mercado por un lado y al mismo tiempo para proyectarse más allá de él hacia el conocimiento y el capital al mismo tiempo?

Quizás viene siendo tiempo de hacer lo que en Europa terminó en el "libro blanco", consistente en acuerdos y protocolos para la integración y convergencia de los currículum de estudio y de las competencias a impartir.

Aunque esto fue transversal a toda la educación de la Comunidad Europea, diseño no quedó fuera, pues el objetivo general es que la enseñanza y el aprendizaje de toda carrera (sin excepción del diseño) permita proveer a las empresas gente capaz de hacer transferencia de información.

Por ejemplo, ¿ICSID e ICOGRADA no tendrán nada que decir para guiar esta elevación de estándares que nuestra profesión pide a gritos en nuestro remoto pero empeñoso país?

Cómo decían el otro día, de lo contrario seguiremos estrujando las excepciones y los casos aislados para justificar un sistema educativo de diseño que no tiene muchas ganas de sentarse a la mesa a dialogar con los clientes, que debiera estar ahora mismo prospectando las oportunidades de estar en el momento y el lugar histórico que le tocó."