Reflexiones, Teoría y Cultura de Diseño

09 febrero 2006

Caos-Oportunidad

Quizás no voy a ser lo profesional que debo, o lo académicamente correcto que merece este espacio que me he creado con el fin de exponer lo que pasa bajo mi nariz de diseñador, docente e investigador del diseño.
Pero la distancia y los hechos terminan conformando una especie de "estado de conciencia" que -equivocado o no- es la forma en que uno filtra lo que ocurre y este filtrado es uno de los atributos de nuestra personalidad. De lo que somos a fin de cuentas.
Me ha tocado ser testigo de diversos modos de hacer y de sentir al diseño, de miradas mezquinas y generosas que le dan y quitan sentido a muchas de las creencias que construyen nuestro "estar en la sociedad", a fin de cuentas creo poder afirmar que nuestro eterno dilema profesional tiene tantas púas asomando como un puerco espín asustado.
Por ejemplo, a mí me sorprende la densidad terminológica que ha suplantado el pensamiento académico (Dios me libre de este pecado sin vueltas del metalenguaje por el metalenguaje -pecado al cubo-), digo que lo ha suplantado porque el Diseño, huérfano de padre y madre, vecino incomprendido de la modernidad y las vanguardias, agarra de donde puede ideas y léxicos ajenos, descontextualiza y los rediseña a un punto en que la explicación académica termina pareciéndose peligrosamente a un cantinfleo, a un chamulleo en que los post, los trans, los hiper, los multi impiden que tres o cuatro se pongan de acuerdo en caminar en cierta dirección que sea constructiva para una mayoría. Algo semejante pasa cuando el diseñador decide caminar por la orilla de las artes o por las orillas del business, es decir da la impresión de que el diseñador transita siempre al margen de toda contingencia, reacciona al medio ambiente, a favor o en contra de la moda, de las tendencias, de las técnicas, de la creatividad, etc.
Saltamos de un iceberg a otro sin importarnos demasiado que se esconde bajo la superficie. Quizás justamente porque nuestro material de trabajo es superficial, evanescente, de una edición a otra de la Communication Arts sabemos que hay que pasar a otra cosa, que entre un software y otro vendrá además traducido el gusto de un cierto momento, particularmente el gusto por las formas que un mercado consumidor ha defendido con su preferencia de compra.
Entonces en el otro extremo quienes han "hecho empresa", quienes han creado formas y mensajes para el mercado imperante desautorizan los discursos académicos pues su utilidad, en la medida de que no venden más, no ayudan a abrir mercados, a pelear la pelea de la competencia y la diferenciación, se reduce a meros modelos explicatorios, a análisis cuya posesión no sirve para diseñar "mejor".
¿Es que una teoría de diseño debiera ayudar a diseñar mejor?
Yo creo que no, pero creo que un diseñador debe aprender a pensar mejor su lugar en el mundo, el lugar que el mundo espera que el diseñador cumpla y más especialmente el mundo que los diseñadores somos capaces de diseñar con todas las herramientas de las que disponemos: las conceptuales, las plásticas, las técnicas, etc. y cada herramienta crea un espacio, una púa más en la coraza del puerco espín.
Sin embargo, creo además que debemos aprender a escucharnos como si fuéramos otros, como si nuestro lenguaje, nuestras técnicas, nuestro universo paralelo fuera marciano y tuviésemos que hablar por señas, de una u otra forma creo que hace falta que nos forcemos a acercarnos a los usuarios, a los consumidores y los clientes. Porque de la otra forma, en el camino de absorber esnobismos, tomar prestado esquemas de pensar, como el perro que mea en la esquina, sólo marcamos territorio.
Cosa por lo demás peligrosa en cualquier actividad que se dice que traduce el momento, el pensar y el sentir de su contexto.
Honestamente, tras casi veinte años relacionado con el diseño, como estudiante, profesional, proveedor, evaluador y un largo etcétera de roles inesperados, puedo deslizar la opinión de que el hacer, el simple y complejo hacer de las oficinas y empresas de diseño, de los productores de objetos e imágenes para la sociedad ha conformado un corpus ajeno y refractario al pensamiento y la crítica académica, mientras las "termas" académicas en muchos casos se han desprendido de construir un hacer comprometido con la realidad social, política y económica del país en que les tocó ejercer el rol de formadores.
Opino que salvo los esfuerzos aislados de profesores e instituciones epifánicas, la construcción del mínimo común denominador del diseño chileno es un caos de temer.
Pero crisis es oportunidad. Y del caos nació el universo... así que no podemos pasarle la pelota a nadie, basta de pasarle la pelota al vecino.
Es nuestra oportunidad.