Reflexiones, Teoría y Cultura de Diseño

24 agosto 2005

Caminos intermedios, urgencias y deudas

O cómo seguir sumando preguntas acerca del futuro de los diseñadores en el escenario presente

Convivimos con un debate largo y a veces dado por perdido de antemano, acerca de que es lo que debe saber un diseñador y que límites deben o no imponerse a su formación: ¿creatividad?, ¿dominio técnico de procesos?, ¿fórmulas de "buen diseño" (uso de estructuras, teorías de color, composición, etc.)(1)?.
Respecto a la relación permanentemente tortuosa entre la libertad, como condición necesaria de la creatividad, y el saber estructurado, como "mal necesario" de la estandarización, creo que ha pasado el tiempo en que el "dejar hacer" se consideraba el único camino de entrada al pensamiento creativo, que es como lamentablemente se ha malentendido su enseñanza al promover el "arte" y lo "plástico" como sinónimos exclusivos de creación, y por extensión únicos instrumentos del concepto general de creatividad.
Por otro lado se ha impuesto la noción, no exenta de argumentos, de que aquellas personas que están sometidas a alta exigencia y a entrenamientos estructurados se enfrentan mejor a situaciones de supervivencia que aquellas expertas en dominios temáticos más generales, como lo describiera Guitton en sus observaciones acerca del desempeño y la actitud de militares cuando eran prisioneros de campos de concentración nazis, comparados con la gente común.
Obviamente entre el "artista liberado" y el "comando militar" debe haber un camino intermedio, o de no haberlo, creo que habría que inventar un mecanismo de síntesis que sea útil a los diseñadores en la construcción de su rol en una sociedad tan carenciada como la nuestra, con los malos niveles de educación que nos aquejan y nuestra desigual distribución de la riqueza.
¿Porqué debiéramos detenernos a cuestionar los mecanismos mediante los cuales nos "formamos" profesionalmente los diseñadores?, me atrevo a sugerir que es porque hay muchas otras preguntas sin respuesta en cuanto al rol del diseñador, su aporte a la sociedad, a la cultura, a la economía y por sobre todo respecto al tipo de futuro que estemos construyendo con lo hecho hasta ahora, para el país, su población y sus empresas.
Cuando el capital de un país no está en su industria ni en su riqueza material, preguntarnos cómo alimentar el capital humano requiere indagar cuanto de verdad hay en aquello de que "no vemos que no vemos"(2), es decir primero nos obliga a reconocer nuestra propia ignorancia, ignorancia cuya superación a su vez obliga a mirarnos desde afuera, comparándonos y por sobre todo escuchando y aprendiendo permanentemente de las prácticas, habilidades, "competencias" y conocimientos que hasta ahora no hemos sabido relacionar con nuestras rutinas de pensamiento y trabajo(3), esto implica además un sentido histórico y patriótico acerca de nuestra responsabilidad (o culpa incluso) en que nuestro país y nuestra disciplina no sean lo que queremos que sean (o por el contrario nuestra contribución a que tengan la posibilidad de serlo).


¿Hay algo nuevo por decir?
Tomemos el ejemplo de Carlos Hinrichsen, Director del Duoc UC, quien cree que esta tarea formativa se realiza con la entrega de protocolos que abren el camino a la creatividad mediante la adquisición inductiva de habilidades que desarrollan la autoestima y la productividad.
Hagámonos dos preguntas sobre este tópico: ¿pueden ser unos "protocolos" eficaces para estimular la expresión creativa del Diseño, o de alguna manera existe el riesgo de que la coarten?, además ¿por qué suena tan inquietante el que deba elevarse la autoestima de los estudiantes de una carrera profesional como Diseño?.
La idea de que el aprendizaje del Diseño pueda adquirirse mediante protocolos puede parecernos incompleta, sin embargo está directamente ligada con lo segundo, es decir con la autoestima y la productividad. Aquí, es de mínima honestidad reconocer qué número de estudiantes han seguido Diseño por carencia de otro tipo de habilidades que le hubiesen permitido cursar estudios profesionales más "duros", y volver a preguntarnos ¿cómo afectan estas carencias la adquisición de conocimientos nuevos, la capacidad de relacionar dichos conocimientos y entonces ser creativos?.
Sobre este último tópico Rodrigo Walker(4) percibe, a través de su experiencia cotidiana de empresario y formador de diseñadores, que cantidades no menores de egresados y titulados de Diseño sienten que sus escuelas están en deuda con ellos, que su formación ha sido incompleta o deficiente y que este juicio acerca de si mismos, su carrera y sus escuelas proyecta una rabia existencial que lidia persistentemente contra cualquier asomo de vocación, voluntad de emprendimiento o placer por el trabajo.
Antes de relativizar la validez de los juicios enunciados, sería importante desviarnos a considerar si la carrera de Diseño está en la obligación de crear las personas idóneas para los puestos de trabajo disponibles, o bien dar herramientas extras para formar personas capaces de gestionarse a pesar de los obstáculos, proyectándose cualquiera sea el escenario en que deban desenvolverse.
Me atrevo a pensar que donde no hay nada sembrado, donde el ámbito formativo no ha establecido la creatividad como un valor indispensable, tanto la "volada" conceptual como el aprendizaje de protocolos deben caminar a la par, deben aprender a negociar entre sí, pues la innovación y la capacidad de visualizar cosas nuevas (escenarios, productos, sistemas. estrategias, etc.) se basan en habilidades asociativas(5). Pero donde no hay nada que asociar, o mejor dicho información insuficiente o extemporánea ¿podemos apostar por la generación espontánea de ideas y proyectos?, ¿van a salir de las mentes vírgenes de los estudiantes de Diseño las propuestas de futuro para Chile?, ¿no es eso un poco naif?.
¿Pero quién enseña hoy a los diseñadores de manera sistemática a valerse mediante la habilidad de reconocer puentes y oportunidades ahí donde nadie las ha visto antes? La pregunta es acaso los diseñadores deben enseñarse a sí mismos un cúmulo indeterminado de habilidades creativas, o si debieran las escuelas asumir este desafío.


Bajarnos de pedestales inexistentes
Una tarea pendiente para todos nosotros (y una sugerencia en serio) es aprender a escuchar, tanto las críticas reales como aquellas imaginarias que se hacen a los diseñadores en ejercicio (y mediante ellos a sus escuelas), escuchar además que hace falta para que nuestro país sea aquel que queremos, escuchar los temores y las críticas de los estudiantes, escucharnos a nosotros mismos para darnos cuenta de qué estamos hablando y aun más importante, escuchar qué es lo que se espera de nosotros y averiguar si lo estamos consiguiendo, si es así, si estamos satisfaciendo demandas desde nuestro entorno, hacer más y si no es así escuchar con aun más atención, nutrirnos de lo que aprendamos en esta escucha.
Probablemente en esto estribe el grueso de nuestras especulaciones, la creatividad del diseñador siempre está en una relación de dependencia con su entorno, para poder tender puentes con dicho entorno debemos saber escucharlo, olfatearlo y respetarlo. Y aunque nuestra profesión es importante, nuestra importancia relativa depende de la existencia de muchísimas otras disciplinas y conocimientos no menos (y más) importantes, por ello nuestra creatividad tiene que alimentarse de curiosidad por las actividades que construyen la vida social en todos sus ámbitos, ya sean las artes o la planificación estratégica de los recursos naturales de nuestro país.
Aunque naturalmente esto no aclara qué hacer frente a los hechos presentes.


(1) En la segunda mitad de los 50’s la Escuela de Ulm ya impartía sociología, psicología, matemáticas, ergonomía y economía (Ledesma, 1997)
(2) Célebre axiona de Heinz Von Foerster.
(3) Sugerencia que Mark Breitenberg realiza en el 5º Congreso de la Academia Europea de Diseño.
(4) Chile País de Diseño.
(5) Semejante a la apropiación cruzada que mencionan los ontólogos.